Licenciada Lupita:
Me siento sola y dolida. Mis amigas y cuñadas se alejan de mí por
prejuicios y chismes. Yo veo que ellas me critican y me ven como poca cosa.
Desde hace años que las trato con respeto y educación, y nada más. Ya no soy
como antes, porque de verdad no quiero recibir todavía menosprecios y
descalificaciones. El caso es que veo que ellas siguen igual y no van a
cambiar. Me siento hipócrita al ir a sus reuniones. Quisiera algo mucho mejor.
Ma.
Eugenia M.
Querida Maru:
Es un hecho que no podemos tener el aprecio de todas
las personas que conocemos. Coloquialmente decimos que “no somos moneditas de
oro”; pero es necesario examinarnos cuando tenemos dificultades con varias de
ellas. Un principio que puede aportar mucho a la solución de tu conflicto es el
siguiente:
“Si ves que
alguien hace algo bien, felicítalo. Si ves que alguien hace algo mal, analízate”.
Tú estás observando en tus amigas y cuñadas una mala pre-disposición hacia ti.
Consideras que te juzgan sin tener la verdad y que no te valoran adecuadamente.
En este caso, ellas están haciendo algo “mal”. ¿Qué significa? Pues debes
analizarte. Pregúntate: ¿Esto que ellas hacen, lo hago yo?; ¿de alguna forma
estaré devaluándolas también?; ¿ellas sentirán mi desprecio como yo siento el
suyo?; ¿no estaré prejuzgándolas?
Habitualmente,
lo que criticamos es algo que nosotros mismos tenemos, pero nos resulta
angustiante reconocerlo. Entonces, por un mecanismo de defensa emocional, lo
proyectamos en los demás.
San Pablo nos
enseña, en su Segunda Carta a los Corintios: El que siembra con mezquindad,
cosechará también con mezquindad; el que siembra en abundancia, cosechará
también en abundancia.
En cierta
medida, has sembrado con mezquindad tus relaciones personales. Dices que las
tratas con respeto y educación, y “nada más”. Estás dando menos de lo necesario
para cultivar una amistad. Intenta dar lo mejor de ti. Olvida si la otra
persona se lo merece. ¡Tú te lo mereces! Eres un hermoso proyecto de Dios y
fuiste creada para tener vida, y vida en abundancia (Jn. 10,10). Empieza por no
juzgarlas, sino comprenderlas.
Cada ser humano
es fruto de su historia, y piensa y actúa de acuerdo a ella. No interpretes con
tu propia historia los pensamientos o acciones ajenos. Procura ser menos
complicada en tu mente, y evita calificar las acciones de los demás. La verdad
es que no conoces las intenciones de nadie; puedes imaginarlas y luego
creértelas; puedes hacer toda una película que no va con la verdad necesariamente…
Y, te diré con certeza, que estará equivocada.
Elige ser buena tú; da lo mejor que tienes al mundo.
No te amargues la existencia por considerar que los demás no son buenos, o al
menos no son como tú quisieras que fuesen. Acepta la realidad como es: cada ser
humano es un sueño de Dios, está diseñado para crecer en virtud; si alguien lo
hace así, no dudes en felicitarlo e imitarlo, y si otro no lo hace así, ora por
él y analízate. No sea que estés señalando con un dedo el error del otro,
olvidándote que al mismo tiempo tres dedos te señalan a ti.
¡Siembra en abundancia tu cariño y amistad, y así
cosecharás!
Lupita
Venegas/Psicóloga
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