miércoles, 25 de noviembre de 2015

EL QUE SIEMBRA CON MEZQUINDAD, COSECHA CON MEZQUINDAD

Licenciada Lupita:
Me siento sola y dolida. Mis amigas y cuñadas se alejan de mí por prejuicios y chismes. Yo veo que ellas me critican y me ven como poca cosa. Desde hace años que las trato con respeto y educación, y nada más. Ya no soy como antes, porque de verdad no quiero recibir todavía menosprecios y descalificaciones. El caso es que veo que ellas siguen igual y no van a cambiar. Me siento hipócrita al ir a sus reuniones. Quisiera algo mucho mejor.
Ma. Eugenia M.




Querida Maru:
Es un hecho que no podemos tener el aprecio de todas las personas que conocemos. Coloquialmente decimos que “no somos moneditas de oro”; pero es necesario examinarnos cuando tenemos dificultades con varias de ellas. Un principio que puede aportar mucho a la solución de tu conflicto es el siguiente:

 “Si ves que alguien hace algo bien, felicítalo. Si ves que alguien hace algo mal, analízate”. Tú estás observando en tus amigas y cuñadas una mala pre-disposición hacia ti. Consideras que te juzgan sin tener la verdad y que no te valoran adecuadamente. En este caso, ellas están haciendo algo “mal”. ¿Qué significa? Pues debes analizarte. Pregúntate: ¿Esto que ellas hacen, lo hago yo?; ¿de alguna forma estaré devaluándolas también?; ¿ellas sentirán mi desprecio como yo siento el suyo?; ¿no estaré prejuzgándolas?

 Habitualmente, lo que criticamos es algo que nosotros mismos tenemos, pero nos resulta angustiante reconocerlo. Entonces, por un mecanismo de defensa emocional, lo proyectamos en los demás.

 San Pablo nos enseña, en su Segunda Carta a los Corintios: El que siembra con mezquindad, cosechará también con mezquindad; el que siembra en abundancia, cosechará también en abundancia.

 En cierta medida, has sembrado con mezquindad tus relaciones personales. Dices que las tratas con respeto y educación, y “nada más”. Estás dando menos de lo necesario para cultivar una amistad. Intenta dar lo mejor de ti. Olvida si la otra persona se lo merece. ¡Tú te lo mereces! Eres un hermoso proyecto de Dios y fuiste creada para tener vida, y vida en abundancia (Jn. 10,10). Empieza por no juzgarlas, sino comprenderlas.

 Cada ser humano es fruto de su historia, y piensa y actúa de acuerdo a ella. No interpretes con tu propia historia los pensamientos o acciones ajenos. Procura ser menos complicada en tu mente, y evita calificar las acciones de los demás. La verdad es que no conoces las intenciones de nadie; puedes imaginarlas y luego creértelas; puedes hacer toda una película que no va con la verdad necesariamente… Y, te diré con certeza, que estará equivocada.

Elige ser buena tú; da lo mejor que tienes al mundo. No te amargues la existencia por considerar que los demás no son buenos, o al menos no son como tú quisieras que fuesen. Acepta la realidad como es: cada ser humano es un sueño de Dios, está diseñado para crecer en virtud; si alguien lo hace así, no dudes en felicitarlo e imitarlo, y si otro no lo hace así, ora por él y analízate. No sea que estés señalando con un dedo el error del otro, olvidándote que al mismo tiempo tres dedos te señalan a ti.

¡Siembra en abundancia tu cariño y amistad, y así cosecharás!


Lupita Venegas/Psicóloga 
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miércoles, 18 de noviembre de 2015

¿POR QUÉ UN DIOS BUENO PERMITE EL SUFRIMIENTO?

Lic. Lupita:

Soy estudiante de psicología y realicé mis prácticas en zonas muy pobres de nuestra ciudad. Me siento impotente ante tanto sufrimiento. He conocido problemáticas para las que no se ve ninguna solución. He sentido en el estómago un dolor inexplicable cuando constato que existe tanto mal en el mundo. Ví niños de 8 años perdidos ya en las drogas, con una madre que no sabe cómo orientarlos, un padre o padrastro que está buscándolos para abusarlos, rodeados de pobreza, hedor, ignorancia y maltrato. ¿Cómo es que hablamos de un Dios bueno si permite que estos niños sufran tantas injustiacias?

Quisiera poder cambiar todo eso pero, ¿qué puedo hacer yo?
Ana Gloria M.




Muy estimada Gloria:

Ciertamente la cuestión del mal en el mundo es una de las más difíciles de responder de forma contundente. Compartiré contigo un extracto de lo que responde el Catecismo de la Iglesia Católica en sus puntos 309 al 311, 314, 324 y 400.

“Al interrogante, tan doloroso como misterioso, sobre la existencia del mal solamente se puede dar respuesta desde el conjunto de la fe cristiana. Dios no es, en modo alguno, ni directa ni indirectamente, la causa del mal. Él ilumina el misterio del mal en su Hijo Jesucristo, que ha muerto y ha resucitado para vencer el gran mal moral, que es el pecado de los hombres y que es la raíz de los restantes males.

La fe nos da la certeza de que Dios no permitiría el mal si no hiciera salir el bien del mal mismo. Esto Dios lo ha realizado ya admirablemente con ocasión de la muerte y resurrección de Cristo: en efecto, del mayor mal moral, la muerte de su Hijo, Dios ha sacado el mayor de los bienes, la glorificación de Cristo y nuestra redención”.

Cristo no vino a abolir el sufrimiento sino a darle sentido. La cosmo-visión cristiana es la única que nos permite encontrar luces en medio de las sombras.

Esta impotencia que experimentas puede ser una fuerte motivación para que hagas algo. Encontrarás el sentido de tu vida al buscar soluciones o ayudas para estos pequeños que sufren.

Tú estás en el punto en que puedes elegir si te resientes con Dios y con el mundo para mantenerte en la amargura y el rencor eternos, o te decides a “ser las manos de Dios” y amas a esos niños dándoles tu tiempo, tu sonrisa, tu orientación, y todos los medios a los que puedas recurrir en su beneficio. Existen historias inspiradoras en las que se muestra un grupo vulnerable de la población, que pudo sobresalir gracias a un buen maestro o a alguna persona que los inició en un arte, un deporte, una actividad de servicio.

No es tiempo de reclamarle a Dios sino de fortalecerse en El y presentarlo a los que sufren para transformarles con SU poder.

El gran maestro cubano, José de la Luz y Caballero, decía esta verdad lapidaria: “una persona no muere cuando deja de existir sino cuando deja de amar”.

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martes, 17 de noviembre de 2015

ARDE PARÍS

El título de la famosa obra de Collins & Lapierre, aunque esta vez sin el interrogante, es el resumen de una serie trágica de atentados que dejan un saldo de decenas de muertos. Escribo esto en medio de la consternación propia del 13 de noviembre de 2015.



El presidente Hollande ha ordenado cierre de fronteras y para todos los efectos el pueblo francés experimenta el dolor y angustia propios de una situación de guerra. Pero en la novela histórica de 1964 el enemigo era claro, visible y externo: los nazis. Ahora, en cambio, una sociedad pulverizada ha descubierto con un golpe de terror que no sabe bien ni quiénes son sus enemigos ni cuáles podrían ser sus amigos de fiar. Resulta que los “valores” no subsisten por sí mismos, ni por la sola inercia cultural, si no están anclados firmemente en algo más profundo y estructurado: un credo común. Duélale a quien le duela, y llámenme fanático religioso si les place, el hecho es que los enemigos, bien infiltrados y presentes en las entrañas mismas de Europa, se reconocen entre sí al grito de “¡Alá es grande!” Frente a ellos, la mayor parte de los actuales europeos no tienen nada que gritar porque la única consigna posible sería “¡Viva Cristo Rey!” y ese es un grito malsonante para el laicismo que campea por la Europa otrora cristiana.

¿Te acuerdas de las marchas de jefes de estado por las calles de París, queriendo traer sensatez frente a los ataques terroristas contra la revista Charlie Hebdo? ¿Y te acuerdas que la gente creía que en una manifestación tan colosal quedaba claro que la sociedad estaba unida contra el mensaje fundamentalista? Lo que demuestran estos nuevos ataques es que el vigor para gritar un robusto “¡NO!” de nada vale si no esta apoyado en el vigor mayor de un poderoso “¡SÍ!” Decirle NO a un atentado nada garantiza sobre la coherencia de una sociedad para construir su futuro. El SÍ brota jubiloso de la fe; mientras que el NO sale, pero ya ronco, del miedo. Una sociedad sin alma, sin fe, sabe gritar el NO pero, cuando los ecos de la marcha se extinguen, nadie sabe qué paso sigue ni cuál es la ruta. Tristemente hay otros que sí creen saberlo: los mismos que nunca han renunciado a conquistar para su credo a saa Europa que en el fondo envidian tanto como rechazan.

Me pregunto qué tal noche están pasando los abanderados del diálogo sempiterno entre civilizaciones. Para que el diálogo exista se necesita que existan los interlocutores, y sólo habrá interlocutores cuando haya reciprocidad en el respeto y en las concesiones respectivas. Eso de estar levantando mezquitas en países cristianos y prohibiendo iglesias en países musulmanes no es exactamente reciprocidad, y ello, traducido al lenguaje de lo real significa: No hay interlocutor.

Años y años de hablar mal de las cruzadas nos hicieron pensar que ser cristiano era una vergüenza. Pero a la gente no se le habló de los millones y millones de personas masacradas por otros credos, incluyendo la religión de Alá y la religión del laicismo estilo Stalin. Años y años de hablar mal de la inquisición nos hicieron creer que nada peor se podía ser que católico. Pero a la gente no se le dan las cifras de la quema de brujas en países protestantes, o en lugares de religión animista o de otros credos. ¿Resultado? Cristianos avergonzados de su pasado, acomplejados de sus más egregios representantes, y por consiguiente, disminuidos y muy fáciles de doblegar. De qué poco sirve ese rezago de cristianismo los hechos lo muestran ahora con sangre y muerte de por medio.

Antes de que sea tarde, ¡de por Dios, escúchenme! O mejor: escuchen esto que tantos llevamos diciendo por tanto tiempo: ESTAMOS EN COMBATE ESPIRITUAL. Preparen a sus hijos para defender su fe y sus convicciones; prepárenlos para no ceder ante la presión de leyes inicuas contra la familia y contra la libertad religiosa; prepárenlos para no dejarse confundir por obispos o cardenales arrodillados ante las propuestas de este mundo; prepárenlos para ser minoría… pero no una minoría acomplejada y asustadiza sino bien consciente de ser fermento y sal de la tierra. Nuestras comunidades de fe muy pronto tendrán que adoptar la lógica y el lenguaje de los cuarteles de guerra: desde la oración, la formación sólida, el cultivo de la virtud firme… y en alguna ocasión, la fuerza misma de las armas, ante todo, en defensa propia. Date una vuelta por París esta noche, y me dices si estoy exagerando.

Fuente: http://fraynelson.com/blog/2015/11/14/arde-paris/


martes, 10 de noviembre de 2015

LA “INTERRUPCIÓN DEL EMBARAZO”

Lupita: 
Estoy confundida. Me junté con el hombre que quiero vivir para siempre, pero él me pidió que nos mudáramos sin casarnos primero. Y, aunque supuse que me cuidé, ahora estoy embarazada. Yo quiero formalizar, sólo que me dice que éste no es el momento para tener un hijo y prefiere que yo interrumpa el embarazo. No sé qué hacer porque no quiero perderlo a él, pero nunca pensé que reaccionaría así. Si interrumpo el embarazo seguimos, pero si no, él se va. Yo le pido a Dios que me ayude, y no sé qué debo hacer
Dulce




Querida Dulce:
Quiero que sepas que ese Dios al que le pides ayuda, te ama con locura. Él es el dador de la vida y planea a cada alma desde la eternidad… también la del bebé cuyo corazón ya late en tu vientre. Y ese mismo Dios ha hablado claro para todos nosotros, diciéndonos cuál es el orden moral que nos conviene vivir para ser felices en este mundo y encaminarnos a la eternidad.

 Me doy cuenta de que desconoces a ese Dios. Te diriges a Él para que te conceda algo que quieres, sin saber si te conviene. Estás relacionándote con el Rey del Universo como si fuera un “genio de lámpara mágica”. No te diriges a Él como tu Señor, ese Ser Superior al que quieres obedecer porque sabes que es omnisciente y omnipotente, que todo lo sabe y todo lo puede.

 Te has obsesionado por un hombre que no te ama. No quiere ofrecerte matrimonio, no quiere compromiso ni contigo ni con su hijo. Tampoco conoce a Dios, ni tiene santo temor de ofenderlo. Quiere estar a gusto en la vida. Es curioso que, precisamente quienes quieren esto, son los que más sufren a la postre, por sus decisiones individualistas.

 La interrupción del embarazo no es otra cosa que el asesinato de un hijo. Esto tiene consecuencias emocionales en la mujer, que están muy estudiadas y se denominan: síndrome postaborto. El uso de anticonceptivos tiene también serias secuelas en la salud femenina…

En fin, has ido tejiendo tu vida a tu modo, al modo moderno. Es un vivir para nosotros mismos sin reflexionar. Te juntaste, olvidando que Dios elevó el Matrimonio natural al nivel de un Sacramento; usaste anticonceptivos considerando que los niños son un “peligro” del que hay que “cuidarse”, cuando son la máxima bendición con la que Dios corona a las familias; quedaste embarazada porque, además, todos esos métodos anticonceptivos tienen fallas, y entonces piensas que el aborto es la única salida.

Dios te ama, te comprende y te invita a vivir bajo Su mirada a partir de hoy. Defiende la vida de TU HIJO, pues él ya está en el lugar donde debe sentirse más seguro: tu vientre. El aborto es un asesinato cruel: pueden desbaratar a tu hijo por partes, mutilándolo en forma mecánica o con aspiradora. No importa como, él se defenderá porque quiere vivir. ¿No vas a conocerlo?, ¿no lo alimentarás, no lo protegerás, lo arroparás y lo llenarás de besos entre lágrimas de felicidad?

 Deja ya de vivir ignorando tu Fe, que debe ser faro que ilumina tus decisiones. Salva a tu pequeño, y déjame conocerlo cuando nazca. Será una bendición para ti y para el mundo.

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martes, 3 de noviembre de 2015

ELIGE SABIAMENTE TUS REACCIONES

Lic. Lupita:

Tengo 7 años de casado y dos hijos de 7 y 5 años, pero el carácter de mi esposa es muy explosivo y nos la pasamos discutiendo. Tengo recuerdos muy tristes de ver los pleitos de mis padres, y prefiero vivir solo a repetir estas escenas con mis propios hijos ahora. Ella es tan grosera y difícil, que a veces me dan ganas de darle unos buenos “ch..@*!”; pero, antes de llegar a eso, pienso que sería mejor separarnos. 
Adolfo J.





Estimado en Cristo, Adolfo:

En verdad me alegra que te tomes el tiempo de consultar si lo que has pensado es lo mejor. Creo que el hecho de recordar el ambiente de guerra en tu hogar, cuando eras pequeño, te hace temer que ese patrón conductual se repita.

Uno de los fines del matrimonio es la ayuda mutua. Es decir, nos hemos casado para superarnos juntos. Cada uno ayudará al otro en donde tenga alguna debilidad. Tú quieres que tu esposa cambie su mal carácter, y no has sabido ayudarla; tal vez has hecho lo contrario, y ahora se encuentran encerrados en un círculo vicioso. Tú puedes influir en ella de tres formas:
  • Imponiéndote
  • Modelando lo que quieres.
  • Provocando que ella internalice los valores que la harán mejor persona como mujer, como esposa y madre.


Vamos a descartar la primera opción; sus resultados, aunque son aparentemente inmediatos, generan resentimientos y venganza. Es un método reprobado. La segunda, requiere esfuerzo, autodominio y capacidad para elegir tus reacciones… tú cambias para bien, y ella modifica su relación contigo.

La tercera  es la mejor: resulta en que la otra persona actúe en base a sus verdaderas convicciones. Sabemos que nadie aspira a lo que no conoce, y por ello es necesario prepararse. Motívala a asistir a un Curso de Iglesia, en donde se hable de desarrollo humano, emocional y espiritual.

Me parece que no eres un cobarde; solo los cobardes son capaces de golpear a una mujer. Tirar la toalla y decir que te vas, es una solución práctica, pero engañosa. Con ello, no sólo te perjudicarás, sino que lastimarás a tus hijos. Tampoco debes quedarte a seguir igual. Tu familia te necesita; decídete a dar el primer paso hacia un ambiente de paz.

Te comparto esta reflexión que circula en Internet, comentada por varios autores:
El dueño de una empresa gritó al administrador porque estaba enojado en ese momento. El administrador llegó a su casa y gritó a su esposa, acusándola de gastar demasiado. Su esposa gritó a la empleada porque rompió un plato. La empleada dio una patada al perro porque la hizo tropezar. El perro salió corriendo y mordió a una señora que pasaba por la banqueta. Esa señora fue al hospital y gritó al joven médico porque le dolió la vacuna aplicada. El médico llegó a su casa y gritó a su madre porque la comida no era de su agrado. Su madre le acarició sus cabellos, diciéndole:
“Hijo querido, prometo que mañana haré tu comida favorita. Tú trabajas mucho, estás cansado y necesitas una buena noche de sueño. Voy a cambiar las sábanas de tu cama por otras bien limpias, para que puedas descansar. Mañana te sentirás mejor”.
Bendijo a su hijo y abandonó la habitación. En ese momento, se interrumpió el círculo del odio porque chocó con la tolerancia, la dulzura, el perdón y el amor.


Lupita Venegas/Psicóloga 
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