miércoles, 14 de octubre de 2015

LA FE Y EL AMOR SE NECESITAN MUTUAMENTE

Lupita:
Estoy atravesando una situación difícil. Amo a un hombre que ha sido mi amigo desde hace muchos años; está casado pero su matrimonio no va bien. Lleva ocho años con su esposa y tiene dos hijos. Por mi parte, tengo dos hijas y acabo de divorciarme, después de 10 años de matrimonio. Él despertó en mí la pasión: me sentí muy bien con las cosas que me decía; me trataba con cariño, mientras mi esposo solo me dedicaba malos tratos.

Yo creo en el matrimonio y soy católica. Pero mi esposo no me demostraba su amor. Ahora que me separé, quiero casarme con esta persona. Pero él no ha roto su relación y solo me dice que está confundido. Me siento decepcionada, pues no es capaz de dejar a su mujer; cosa que yo sí hice por él. ¿Será que él no me ama? Me siento engañada, sola, triste.
María





Querida María:
Reconozco tu sincero deseo de amar y ser amada. ¡Todos hemos sido creados para ello! Sin embargo, experimentas un gran vacío porque no has comprendido a ciencia cierta lo que es el amor. No es congruente decir: creo en el matrimonio y soy católica, pero quiero estar bien con mi amante. Cristo mismo habla del adulterio como una conducta que aleja al hombre de la voluntad de Dios y es germen de amargura.

Ser católico implica una renuncia gozosa de nuestros impulsos para dar paso al amor verdadero, ese amor que quiere y promueve el bien objetivo del ser amado. La capacidad para amar de esta forma, nos la brinda la fe.

El papa Benedicto XVI publicó la Carta Apostólica Porta Fidel, con la que convocó a vivir el Año de la Fe. En ella nos dice: “La fe sin la caridad (el amor) no da fruto, y la caridad sin fe sería un sentimiento constantemente a merced de la duda. La fe y el amor se necesitan mutuamente”.

 Te invito a leer con fe el Pasaje de la Samaritana (Jn. 4, 5-42). Una mujer que había vivido de forma pagana, se encontraba sedienta y cansada. Al hablar con Jesucristo, siente su Amor y escucha el llamado a saciar su sed en Él. Entonces lo reconoce como Señor, transforma su vida y se convierte en una gran evangelizadora, y su anuncio alcanza a muchos otros que vivían sin conocer el don de Dios.

No dudes de que lo mejor para tus hijas es la unidad de sus padres. Deja que quien es tu amante cumpla su promesa de amor con su esposa e hijos, y haz tú lo mismo. Amar no es una pasión pasajera; es una pasión por Cristo, que quiere que te esfuerces y cumplas tu promesa esponsal. Tú sabes lo que ha fallado en tu relación; corrígelo. Una mujer de fe, sabe obtener lo mejor de su hombre, brindando ella lo mejor de sí misma.

 Dos son las cosas de Dios, decía Mahatma Gandhi -quien convocaba a los cristianos a imitar a Cristo-: la verdad y el amor. “La verdad es el fin, y el amor es el camino”.


Lupita Venegas/Psicóloga 
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