miércoles, 24 de junio de 2015

DEDICADO A LAS COSAS DE DIOS, ¡PERO NO TRABAJA!

Querida Lupita:

No sé cómo expresar lo que siento porque no quiero parecer materialista y alejada de Dios. Tengo un esposo muy bueno, que se ha dedicado a evangelizar, pero se le olvida que somos familia. Nos casamos hace ocho años y tenemos dos hijos. Él no trabaja porque dice que en cualquier empleo le piden al menos ocho horas, de lunes a sábado, y luego no le queda tiempo para llevar la Palabra.

Como es muy bueno para eso, dice que es lo que le pide Dios. ¿Sabes a dónde podemos acudir por un último préstamo? Ya sólo debemos siete mil pesos, y yo estoy segura de que si saco ese dinero en dos meses, puedo pagarlo.
Antonia




¡Hola Toñita!

Cuando el Obispo vietnamita Van Thuan, extraordinario predicador, fue apresado y encerrado por 13 años en las cárceles del Vietcong, preguntaba a Dios: ¿Por qué me diste, Señor, el talento para predicar, y hoy me tienes aquí encerrado en completo aislamiento? Dios le respondió: “Enamórate de Mí, no de mis obras”.

El Obispo (quien llegaría después a Cardenal, siempre con la misma humildad), entendió que no se trata de hacer en esta vida lo que uno quiere, sino lo que Dios pide. Durante esos años, él aprendió a amar auténticamente al Rey de Reyes.

Hay hombres y mujeres que tienen un talento excepcional para predicar y llevar la Buena Nueva; pero, precisamente por esa facilidad, a veces, acaban haciendo las cosas más por amor a sí mismos que a Dios. Es por ello que el Señor nos moldea, nos curte, nos exige sinceridad en la entrega. No te preguntes qué quieres hacer tú, sino qué es realmente lo que Dios te pide.

Un hombre que ha formado una familia tiene una misión primordial: ser proveedor en casa. Hoy la mujer ayuda; pero, al final, de cara a Dios, un hombre que ha engendrado a un hijo se hace responsable de él. No puede traer hijos al mundo y dejarlos crecer al garete. Si eres padre de familia, trabaja.

Sé apóstol entre tus compañeros de trabajo, enseña con la vida que amar a Cristo es, antes que nada, responder a sus planes con un sí sostenido, como lo hizo María.

Es importante hablar de una espiritualidad equilibrada, cuidando primero la familia. Esto significa que debes dar orden a tu vida. Como padre y esposo, has de trabajar y esforzarte por cubrir las necesidades materiales, emocionales y espirituales de los tuyos. Date tiempo para alabar, agradecer y pedir a Dios sus bendiciones, así como para reparar por tus faltas a través de la oración y el sacrificio. Pero, esto, en el marco del cumplimiento responsable de tus obligaciones.

Y la esposa ha de ser ayuda y estímulo para su compañero de vida. La economía se complica cuando ella no hace un juicio de la realidad y gasta más de lo que ingresa. Pedir prestado para pagar, y luego pedir prestado para pagar al último que te prestó, es un juego peligroso. Acabarás endeudada y deprimida. Las deudas crecen como espiral hasta llegar a un punto en el que no podrás pagar en toda tu vida lo que debes. Los acreedores empiezan a buscarte y a amenazarte, y la vida se complica en todas sus facetas.

Vive sin pedir prestado. Administra lo poco que tienes sin gastar de más, cambia de escuela, de barrio y de actividades si es necesario. No es más rico el que más tiene, sino el que agradece lo que tiene y sabe administrarlo para bien. Recuerda que el Señor afirma: “El que es fiel en lo poco, es fiel en lo mucho” (Lc.6,10).


Lupita Venegas/Psicóloga 
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