Lupita:
Mi papá, de muy mala manera, pretende educarnos a gritos y jaloneos. A
mí me de coraje y no sé qué hacer. Mi mamá como que le alega, pero al final
gana el que más grita. No sabemos a quién darle la razón. Mis hermanos y yo no
quisimos que se divorciaran hace un año cuando empezaron a decir que lo harían.
Hemos sido una familia unida pero no sé qué está pasando. Anoche lloramos
juntos porque no queremos escuchar más gritos. ¿Podemos hacer algo como hijos?
Ma. Elena
S.
Malena y hermanos:
Ni tomar partido por alguno de los padres, ni sentirse
culpables o responsables de sus problemas, es algo que ayude en estos momentos.
La actitud de juzgarlos y condenarlos es algo que ya ha causado en ustedes ese
hastío, que no les deja ver más allá de las nubes negras que vienen con la
tormenta; les hacen olvidar que el sol sigue ahí, aunque las nubes les impidan
verlo. Recuerden que sus padres son seres humanos normales; tienen defectos de
carácter y pueden tomar decisiones equivocadas.
Las crisis matrimoniales son algo muy común.
Actualmente, las parejas no se preparan para ellas, y vemos con frecuencia que
desconocen formas de solución para sus conflictos.
Es necesario distinguir entre discusión y pelea. Una
pelea es tan agresiva, que daña a la otra persona; en cambio, una discusión es
la exposición de puntos de vista -a veces de forma fuerte y algo descortés-,
pero que siempre deja abierta una puerta para la reconciliación a través del
perdón.
La pelea cierra
las puertas o al menos las hace más duras. La pareja se ofende y luego no busca
la reconciliación, no aclara puntos importantes y finalmente explota.
La discusión puede cerrar la conversación en un momento,
pero logra retomarse a manera de diálogo en poco tiempo, y durante éste pueden
suceder tres cosas: los dos buscan escuchar y ser escuchados; se aclaran las
diferencias o malos entendidos, y se termina por pedir perdón si se reconocen
las equivocaciones cometidas o las ofensas que se han proferido sin tener esa
intención.
El arte de dialogar debe practicarse, en pareja, desde
el noviazgo. Cuentan que una tribu de indios norteamericanos practicaba una
tradición que nos arroja luces acerca de cómo debe darse el diálogo: cuando dos
personas discutían, se ponían frente a frente con una lanza, y uno de ellos la
clavaba junto a sí y exponía sus argumentos mientras el otro tenía obligación
de escucharlo hasta que el primero terminaba y desclavaba la lanza para ponerla
junto al interlocutor indicando que era el turno de hablar, obligando al
primero a escuchar sin interrumpir.
Tal vez lo que necesitan tus padres es una nueva luz
que les permita ver soluciones donde solo ven problemas. Después de hacer
oración sincera, ustedes, juntos como hermanos, podrían preparar una buena
carta en la que les hagan ver que necesitan verlos felices otra vez. Busquen un
libro, película, conferencia o retiro matrimonial adecuado para adjuntar a su
carta.
Los especialistas de la Alianza Latinoamericana para
la familia (ALAFA), coinciden en que si los padres ven amor en la obra de su
amor, que son los hijos, será más fácil que recuerden porqué están juntos.
Desde luego que los problemas de sus padres deben
resolverlos ellos mismos; ustedes sólo sembrarán amor, con la esperanza puesta
en cosecharlo cuando Dios así lo permita.
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