Lupita:
No sé si usted pueda orientarme. Me siento triste y
enojada a la vez. Tenía un grupo de supuestas amigas que, en cuanto yo me iba
de las reuniones, empezaban a hablar mal de mí. Era un grupo difícil, en el que
siempre hablábamos de la ausente. Yo no pensé que pasara lo mismo conmigo; ¡qué
tonta fui!
Ahora estoy en
medio de un chisme en el que no tengo nada qué ver. Que si yo le dije al novio
de la otra, que si él la dejó por mi culpa… Juro que son solo malos entendidos.
¿Existe la verdadera amistad? Quisiera olvidarme de ellas, pero no puedo.
Aurora L.
Querida Aurora:
Estás
en el umbral de un aprendizaje muy significativo. A veces, es con dolor como la
vida nos enseña sus secretos de éxito. Ovidio, un poeta latino, decía que los
amigos no se hacen, se reconocen.
Si quieres tener amigos, primero tienes que serlo.
Ésta es tu oportunidad para demostrar que eres amiga en verdad. Ser implacable
rompe con las amistades. Tú misma has cometido el error de hablar “a espaldas”
de quienes supuestamente son tus amigas. Hay que saber aceptar los errores y
defectos de los demás.
Desde luego que en la verdadera amistad se requiere el
esfuerzo y compromiso real en dos aspectos:
1) Salir de uno mismo. Dejar atrás
el egoísmo, la pedantería, el miedo a entregarnos a otro y aprender a confiar.
2) Querer el bien para el otro. Buscar el bien
objetivo a largo plazo, lo cual implica generosidad y desprendimiento.
Muchas dificultades surgen de los conceptos erróneos
que tenemos sobre los temas fundamentales de la vida: felicidad, amor,
libertad, amistad.
Algunos creen
que la amistad es algo trivial (amigos van, amigos vienen), o que se da
mientras el otro “me sirve”. Todos estos conceptos son equívocos. La naturaleza
humana necesita de la amistad. El mismo Cristo tuvo amigos, y de entre ellos,
un grupo íntimo: Pedro, Santiago y Juan. Un hombre sin amigos no puede
realizarse. Ser amigo verdadero es ayudar a otro a corregir sus defectos y a
mejorar como persona.
Sin
duda, en este mundo real, existen amistades que hacen daño. A éstos les
llamamos cómplices; se juntan para perjudicarse. Los refranes populares nos
advierten: “Dime con quién andas y te diré quién eres”, o bien: “Quien con
lobos anda, a aullar se enseña”.
Llegó el momento en que no debes dejarte influir, sino
liderar a tu grupo de amigas. Háblales del dolor que causan el chisme y la
difamación. Diles que quieres cambiar y buscar el bien de todas.
Toma la decisión de perfeccionarte como persona. El
Papa Emérito Benedicto XVI nos invitó a reflexionar frente a esta gran maraña
de anti-valores, diciendo: “Mantener lo difícil como parámetro con el que los
hombres tienen que medirse una y otra vez, es una misión necesaria para que no
se produzcan más caídas”.
Compórtate como la amiga que comprende, acepta y
perdona.
En alguna ocasión, una mujer cayó en depresión. Sus
muchos amigos y conocidos se acercaban para animarla; pero, cansados de su
conversación pesimista, todos fueron alejándose, excepto dos de ellos que
permanecieron a su lado paciente y prudentemente, tanto como fue necesario.
Ella pudo reconocer entonces a sus dos verdaderos amigos.
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