miércoles, 28 de enero de 2015

LOS TESTIGOS DE JEHOVÁ

Muy querida Lupita:

Han venido a visitarnos los Testigos de Jehová y los recibimos amablemente porque así creemos que debe ser. Al principio nos compartieron muy buenos deseos y nos hablaron de una Humanidad mejor si obedecíamos a Dios, pero terminaron confundiéndonos, al decirnos que la Iglesia es una astucia de Satanás para alejarnos de Dios, que en realidad se llama Jehová, y que Jesús no es Dios, sino un dios. Además, afirman que no hay infierno.

Ellos saben mucho de la Biblia, a la cual hacen continuas referencias, y eso nos hace albergar dudas. Hemos acudido a nuestro Párroco; pero, al parecer, no tiene tiempo de atendernos, y nos quedamos peor que antes. ¿Cómo y qué podemos responder a estas personas tan insistentes?
Gabriela









Querida Gaby:

El fundador de los Testigos de Jehová fue un norteamericano nacido en 1852 en Pittsburg, Pennsylvania. Su nombre, Charles Taze Russel. Él se consideraba a sí mismo como uno de los siete mensajeros que Dios había destinado para iluminar a los que viven en tinieblas.

Durante su vida compareció ante los tribunales por una demanda de divorcio de su esposa, que alegaba maltrato e infidelidad; y en varias ocasiones, fue acusado de vender fraudulentamente trigo y remedios milagrosos.

Entre otras cosas, profetizó la segunda venida de Cristo en 1914. Fundó la revista “Watchtower”, que a nuestro idioma han traducido como “Atalaya”.

Tras su muerte, lo sucedió un tal Rutherford en 1916, el cual aplazó la segunda venida de Cristo para 1918, lo cual, por supuesto, no sucedió, pero ellos dieron una explicación espiritual a estos sucesos.

Para los testigos, el principal enemigo de Dios y de la Sociedad es la Iglesia Católica, a la cual denominan la madre de todas las abominaciones que hay en la Tierra.

Contrariamente a lo que podría pensarse, los miembros de esta secta tienen muy poca preparación bíblica, pues sólo se aprenden de memoria algunos pasajes y los citan totalmente fuera de contexto, llegando a conclusiones distorsionadas y, en algunos casos, hasta caricaturescas.

Para saber realmente qué dice la Biblia, debemos examinar en todos sus pasajes referentes a un tema concreto y leerlos en clave de Cristo. El Antiguo Testamento se explica con el Nuevo, y viceversa.

La Biblia, que contiene la Revelación de las verdades divinas de nuestra fe, no es un libro que cada quien puede interpretar a su antojo, sino que ha estado sujeta al Magisterio de la Iglesia Católica, sus exégetas o intérpretes; de ahí que sea necesario autentificar el contenido de cada una de sus ediciones mediante un “Imprimátur”; es decir, la constancia y aprobación de que se trata del libro apegado a la verdad y la tradición de la Iglesia.

Es por eso que se recomienda a los católicos que, cuando abran por primera vez este libro sagrado, verifiquen si cuenta con esa autorización concedida por la jerarquía eclesiástica.

Los Testigos de Jehová hacen sus propias ediciones bíblicas, llenas de modificaciones y alteraciones, con las que cambian por completo el sentido de lo que dice el texto original.

Por lo tanto, la mejor recomendación para lidiar con ellos es tener a la mano una Biblia católica y el Catecismo de la Iglesia Católica, cuyo contenido es capaz de resolver cualquier duda referida a nuestra fe.


Lupita Venegas Leiva/Psicóloga www.valoraradio.org          
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miércoles, 21 de enero de 2015

¿EXISTE LA VERDADERA AMISTAD?

Lupita:

No sé si usted pueda orientarme. Me siento triste y enojada a la vez. Tenía un grupo de supuestas amigas que, en cuanto yo me iba de las reuniones, empezaban a hablar mal de mí. Era un grupo difícil, en el que siempre hablábamos de la ausente. Yo no pensé que pasara lo mismo conmigo; ¡qué tonta fui!

 Ahora estoy en medio de un chisme en el que no tengo nada qué ver. Que si yo le dije al novio de la otra, que si él la dejó por mi culpa… Juro que son solo malos entendidos. ¿Existe la verdadera amistad? Quisiera olvidarme de ellas, pero no puedo.
Aurora L.




Querida Aurora:

     Estás en el umbral de un aprendizaje muy significativo. A veces, es con dolor como la vida nos enseña sus secretos de éxito. Ovidio, un poeta latino, decía que los amigos no se hacen, se reconocen.

Si quieres tener amigos, primero tienes que serlo. Ésta es tu oportunidad para demostrar que eres amiga en verdad. Ser implacable rompe con las amistades. Tú misma has cometido el error de hablar “a espaldas” de quienes supuestamente son tus amigas. Hay que saber aceptar los errores y defectos de los demás.

Desde luego que en la verdadera amistad se requiere el esfuerzo y compromiso real en dos aspectos:

1) Salir de uno mismo. Dejar atrás el egoísmo, la pedantería, el miedo a entregarnos a otro y aprender a confiar.

2) Querer el bien para el otro. Buscar el bien objetivo a largo plazo, lo cual implica generosidad y desprendimiento.

Muchas dificultades surgen de los conceptos erróneos que tenemos sobre los temas fundamentales de la vida: felicidad, amor, libertad, amistad.

 Algunos creen que la amistad es algo trivial (amigos van, amigos vienen), o que se da mientras el otro “me sirve”. Todos estos conceptos son equívocos. La naturaleza humana necesita de la amistad. El mismo Cristo tuvo amigos, y de entre ellos, un grupo íntimo: Pedro, Santiago y Juan. Un hombre sin amigos no puede realizarse. Ser amigo verdadero es ayudar a otro a corregir sus defectos y a mejorar como persona.

     Sin duda, en este mundo real, existen amistades que hacen daño. A éstos les llamamos cómplices; se juntan para perjudicarse. Los refranes populares nos advierten: “Dime con quién andas y te diré quién eres”, o bien: “Quien con lobos anda, a aullar se enseña”.

Llegó el momento en que no debes dejarte influir, sino liderar a tu grupo de amigas. Háblales del dolor que causan el chisme y la difamación. Diles que quieres cambiar y buscar el bien de todas.

Toma la decisión de perfeccionarte como persona. El Papa Emérito Benedicto XVI nos invitó a reflexionar frente a esta gran maraña de anti-valores, diciendo: “Mantener lo difícil como parámetro con el que los hombres tienen que medirse una y otra vez, es una misión necesaria para que no se produzcan más caídas”.


Compórtate como la amiga que comprende, acepta y perdona.


En alguna ocasión, una mujer cayó en depresión. Sus muchos amigos y conocidos se acercaban para animarla; pero, cansados de su conversación pesimista, todos fueron alejándose, excepto dos de ellos que permanecieron a su lado paciente y prudentemente, tanto como fue necesario. Ella pudo reconocer entonces a sus dos verdaderos amigos.



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miércoles, 14 de enero de 2015

CELOS ENFERMIZOS


Lic. Lupita:

Después de 16 años de matrimonio, buscando la manera de seguir juntos, ya no puedo más. ¡Mi esposo me ha ofendido tanto!… Me llama “p…” todas las veces que puede; cree que lo engaño: me investiga, me impide salir, me pregunta constantemente dónde estoy y qué estoy haciendo.

Me prohíbe el celular, no me da dinero: él hace las compras, ya que dice no confía en mí, y todo esto se hace cada vez peor.

 La situación, obviamente, afecta a mis hijos. Un fin de semana quiso llevárselos, pero dos de ellos se negaron; entonces mi marido los amenazó con no darles dinero porque lo habían despreciado, y que eso, para él, era como si ya hubiesen muerto.

 Mi familia me ofrece trabajo y ayuda, pero él no me deja ir, a menos que le deje los niños. Esto es una tortura; siento que estoy volviéndome loca.
Ana María







Querida Ana:

Es muy probable que tu esposo padezca un trastorno mental, llamado colopatía. Sabemos que los celos pueden ser normales en una pareja; pero cuando son excesivos y se acosa al cónyuge con permanentes reclamos, se trata de una violencia psicológica que no debe permitirse, incluso cuando no hay golpes físicos. Esta forma de violencia solapada existe en algunos hogares.

El maltrato psicológico se da cuando se desmerecen los logros del cónyuge; cuando se le controla con celos enfermizos que le degradan; cuando se desconfía, se insulta y se le falta al respeto habitualmente.

En palabras de Carlos Bellucci: “el maltrato psicológico atenta contra la consideración, la confianza y el decoro que es menester tener en las relaciones del matrimonio”.

La Palabra de Dios te invita a no permitir los abusos: “Ni a hijo ni a esposa, ni a amigo ni a vecino, des poder sobre tu vida. Mientras vivas y respires, no dejes que alguien te domine” (Eclo. 33,20).

Y el Catecismo de la Iglesia Católica contempla estas dolorosas circunstancias en el Punto 1640: “Existen, sin embargo, situaciones en que la convivencia matrimonial se hace prácticamente imposible (…) en tales casos, la Iglesia admite la separación física de los esposos y el fin de la cohabitación”.

Los celos son una razón por la cual la vida en familia puede resultar imposible. Con frecuencia, las mujeres celadas entran en un estado de depresión y ansiedad, que acaba desarrollando un cuadro de neurosis.

Se han dado casos de mujeres que optan por dejar casa e hijos para iniciar trámites de divorcio, y esto es aprovechado por el cónyuge celoso para acusarlas de abandono de hogar y falta de cumplimiento de sus deberes conyugales. La guerra, entonces, se vuelve insufrible para la mujer.

     Qué tu experiencia sea un llamado de atención para todos los matrimonios. Los celos excesivos no deben permitirse. La persona celosa se debe preparar explorando técnicas para dominarse, y las personas afectadas han de poner un ALTO a tiempo. Si el celoso no admite ayuda, la separación de los cónyuges, por el bien de toda la familia, aparece como la decisión más prudente. Una buena asesoría espiritual, legal y psicológica te permitirá ver con claridad el camino a seguir.

Pero, en todo: caridad. Es con serenidad como irás dando pasos por el sendero correcto. Haz lo que provoque el máximo bien para los que amas, y esto redundará en bien para ti misma.



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miércoles, 7 de enero de 2015

PELEAS Y DISCUSIONES

Lupita:

Mi papá, de muy mala manera, pretende educarnos a gritos y jaloneos. A mí me de coraje y no sé qué hacer. Mi mamá como que le alega, pero al final gana el que más grita. No sabemos a quién darle la razón. Mis hermanos y yo no quisimos que se divorciaran hace un año cuando empezaron a decir que lo harían. Hemos sido una familia unida pero no sé qué está pasando. Anoche lloramos juntos porque no queremos escuchar más gritos. ¿Podemos hacer algo como hijos?

Ma. Elena S.









Malena y hermanos:

Ni tomar partido por alguno de los padres, ni sentirse culpables o responsables de sus problemas, es algo que ayude en estos momentos. La actitud de juzgarlos y condenarlos es algo que ya ha causado en ustedes ese hastío, que no les deja ver más allá de las nubes negras que vienen con la tormenta; les hacen olvidar que el sol sigue ahí, aunque las nubes les impidan verlo. Recuerden que sus padres son seres humanos normales; tienen defectos de carácter y pueden tomar decisiones equivocadas.

Las crisis matrimoniales son algo muy común. Actualmente, las parejas no se preparan para ellas, y vemos con frecuencia que desconocen formas de solución para sus conflictos.

Es necesario distinguir entre discusión y pelea. Una pelea es tan agresiva, que daña a la otra persona; en cambio, una discusión es la exposición de puntos de vista -a veces de forma fuerte y algo descortés-, pero que siempre deja abierta una puerta para la reconciliación a través del perdón.

 La pelea cierra las puertas o al menos las hace más duras. La pareja se ofende y luego no busca la reconciliación, no aclara puntos importantes y finalmente explota.

La discusión puede cerrar la conversación en un momento, pero logra retomarse a manera de diálogo en poco tiempo, y durante éste pueden suceder tres cosas: los dos buscan escuchar y ser escuchados; se aclaran las diferencias o malos entendidos, y se termina por pedir perdón si se reconocen las equivocaciones cometidas o las ofensas que se han proferido sin tener esa intención.

El arte de dialogar debe practicarse, en pareja, desde el noviazgo. Cuentan que una tribu de indios norteamericanos practicaba una tradición que nos arroja luces acerca de cómo debe darse el diálogo: cuando dos personas discutían, se ponían frente a frente con una lanza, y uno de ellos la clavaba junto a sí y exponía sus argumentos mientras el otro tenía obligación de escucharlo hasta que el primero terminaba y desclavaba la lanza para ponerla junto al interlocutor indicando que era el turno de hablar, obligando al primero a escuchar sin interrumpir.

Tal vez lo que necesitan tus padres es una nueva luz que les permita ver soluciones donde solo ven problemas. Después de hacer oración sincera, ustedes, juntos como hermanos, podrían preparar una buena carta en la que les hagan ver que necesitan verlos felices otra vez. Busquen un libro, película, conferencia o retiro matrimonial adecuado para adjuntar a su carta.

Los especialistas de la Alianza Latinoamericana para la familia (ALAFA), coinciden en que si los padres ven amor en la obra de su amor, que son los hijos, será más fácil que recuerden porqué están juntos.


Desde luego que los problemas de sus padres deben resolverlos ellos mismos; ustedes sólo sembrarán amor, con la esperanza puesta en cosecharlo cuando Dios así lo permita.


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