Lic. Lupita:
La Directora de la Secundaria nos mandó llamar porque estaba sucediendo
algo con mi hijo. Él y otros compañeros se masturbaron en el salón de clases
delante de algunos alumnos. Varias de sus compañeras dieron la queja a la
Dirección. Cuando estaba narrándonos mi hijo lo que había sucedido, estaba
llorando, avergonzado. No podía verme a los ojos, ni a su papá. Al llegar a la
casa, mi esposo y yo no sabíamos qué actitud tomar con él: si castigarlo,
regañarlo, o qué. Hablamos con él respecto a que estuvo muy mal; que es una
falta de respeto hacia él y a sus compañeras; que él tiene una hermana y no le
gustaría que le hiciera un compañero de ella lo mismo que él le hizo a las
demás; que es su privacidad; que nadie tiene qué enterarse de lo que hace con
su cuerpo. Mi pregunta es: ¿hicimos bien en no sancionarlo y sólo hablar con
él?
Mamá
desesperada
Queridos padres de familia:
Hoy se dice que la sexualidad humana puede vivirse de
tres formas: integrada, infantil y/o perversa. La primera forma hace referencia
al ejercicio de una sexualidad armoniosa, que busca el bien del otro, que
involucra la entrega por amor. La segunda, infantil, se refiere a la búsqueda
del placer personal, caprichoso y egoísta -“quiero mí bien, sin importarme el
del otro”-; y la tercera forma busca directamente hacer daño a la persona con
la que se tiene la relación.
Ciertamente esta clasificación muestra la manera en
que está ejerciéndose actualmente la sexualidad. Karol Wojtyla sostiene que
para que una sexualidad sea realmente humana, debe ser integral. Se involucra
la persona con todo su ser: inteligencia, voluntad y afectos participan en este
acto, maravilloso e importantísimo, a través del cual puede generarse la vida.
La nueva cultura sexual ha separado placer y
procreación. Existe una serie de conceptos modernos que son verdaderos
eufemismos para banalizar la sexualidad y reducirla a un medio para obtener
gozo. Con esta ideología, se ha sostenido la industria pornográfica
millonariamente. Nuestros hijos jóvenes son los principales consumidores, y a
ellos se dirige una cantidad impresionante de estímulos eróticos: películas,
canciones, juegos, series televisivas, material gráfico y en video, a través de
las nuevas tecnologías.
Es imperante que los padres hablemos a nuestros hijos
acerca del verdadero sentido de la relación sexual, que tiene inseparablemente
una doble finalidad: unitiva y procreativa.
Para padres católicos, interesados en transmitir la
visión integral, les recomiendo el CD titulado: “Cómo transmitir educación
sexual hoy” (Informes: 33434992).
Ustedes han tenido un gran acierto al no regañar, sino
orientar a su hijo. Pero debo mencionar que han resbalado en el tema de la
masturbación. Esta actividad no es algo que puede hacerse en privado sin
consecuencias dolorosas. Recibo en consulta una gran cantidad de matrimonios
con problemas en su vida íntima, debido al mal hábito de la masturbación,
practicado por él (en algunos casos por ella), desde a pubertad. Puede que sea
común esta práctica, pero no es conveniente. Un joven puede elegir vivir una
sexualidad sana, sin vicios que le quiten serenidad. Hay mil actividades
divertidas qué elegir, antes que auto-estimularse y alimentar así su egoísmo y
aislamiento.
El Catecismo de la Iglesia Católica expresa, en el
Número 2352: “La masturbación es un acto intrínseca y gravemente desordenado.
El uso deliberado de la facultad sexual, fuera de las relaciones conyugales
normales, contradice a su finalidad”.
Y, al mismo tiempo, el Catecismo ilumina nuestro
entendimiento al aclarar que “la relación sexual requerida por el orden moral
es aquella acción que realiza el sentido íntegro de la mutua entrega y de la
procreación humana en el contexto de un amor verdadero”.
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