miércoles, 8 de junio de 2016

ADICCIONES, ENEMIGO SAGAZ Y PELIGROSO

Querida Lupita:

Te envío un afectuoso abrazo y también te pido una oración por mi esposo y por todos los hombres atrapados en el alcoholismo que están perdiendo su vida y su salud, para que Dios les dé pronto un momento de conversión y sanación. Pero, sobre todo, por las esposas, madres e hijos que sufrimos cada día el dolor, las ofensas y las crueldades que genera esta enfermedad, para que Dios nos dé fuerzas y no abandonemos la barca. 
Mariana






Querida Mariana:

El dolor que arrastran las adicciones no puede ser descrito sin quedarse corto. Esas esposas, madres e hijos de personas alcohólicas han derramado lágrimas de impotencia. ¿Cómo aliviar su sufrimiento sin Jesucristo?
Tu carta es toda una plegaria. Persevera en la oración y permanece atenta a los medios que se presentan para salir de esta forma de vida. Nadie debe acostumbrarse al Mal.

Ciertamente el alcoholismo es una enfermedad, pero también es un pecado. El Catecismo de la Iglesia Católica define al pecado, en el punto 1849, como una falta contra la razón, la verdad, la conciencia recta. Pecar es faltar al amor verdadero para con Dios y para con el prójimo, a causa de un apego perverso a ciertos bienes. Hiere la naturaleza del hombre y atenta contra la solidaridad humana. San Agustín, refiriéndose al pecado, afirma que “es una palabra, un acto o un deseo contrarios a la Ley Eterna”.

Por eso es necesario ayudar al alcohólico a conocer y comprender su enfermedad y pecado, y a que busque salir de esta realidad con el tratamiento más adecuado.

La gran mayoría de las veces, los familiares no saben cómo apoyar a los alcohólicos, y hacen y dicen cosas que resultan contraproducentes:

*  Se enojan, los humillan y ofenden.

*  Solapan sus borracheras y mienten por ellos.

*  Soportan sus golpes y malos tratos, por miedo.

*  Permiten malos ejemplos para los hijos, con todo el dolor que esto conlleva.

*  Amenazan, pero no cumplen lo que prometen.

*  Les facilitan dinero y recursos para que consigan bebidas

*  Lloran y se enferman para tratar de que el alcohólico se sienta culpable.

*  Los sacan de la cárcel enseguida, si caen en ella.

*  Conocen sus mentiras, pero las toleran.


 Pero nada de esto funciona si queremos que nuestro familiar deje el vicio. Sin embargo, existen actitudes y medidas que sí aportarían los elementos necesarios para acabar con este infierno, las cuales recomendamos:

1.      Conozcan el tema en familia. Estudien juntos lo que es esta enfermedad.

2.      Ubiquen y seleccionen bien el más cercano de alguno de los muchos centros de ayuda que existen, y acudan a él quienes estén dispuestos a llevar a cabo un plan de acción en favor de la desintoxicación del enfermo.

3.      Busquen comprender a su ser amado. La adicción nace en una carencia de amor y comprensión. Hay pasados dolorosos en la vida de las personas que ya son esclavas del alcohol.

4.      Conozcan la manera de poner límites y aplíquense en ello. Ensayen la forma en que hablarán juntos (cónyuge e hijos) con su familiar. Él debe vivir las consecuencias de sus actos, incluso el riesgo de perder a su familia si no se somete a un tratamiento.

5.      No hablen con un alcohólico que se encuentra bajo los efectos del vicio. El mejor momento para hablar es por las mañanas, en sobriedad.

6.      Diríjanse a él siempre con amor y serenidad: “Amor, estás enfermo y quiero ayudarte  Dios nos ama tanto, que siempre favorecerá nuestros esfuerzos para salir del pecado a la vida de la Gracia. A través de este tormentoso problema, Él quiere hacernos crecer a todos los miembros de la familia. Iniciemos nuestro plan de ayuda con un acercamiento a este Dios Todopoderoso, en cuyas dulces manos estamos sus frágiles hijos.



Lupita Venegas

Lupita Venegas Leiva/Psicóloga www.valoraradio.org          
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