Querida Lupita:
Ojalá pudieras darme algunas ideas útiles para ayudar a mis hijos a
dejar de pelear. Tienen 6 y 4 años, y me dicen que es normal entre hermanos,
pero yo creo que debo intervenir con más sabiduría, porque por ahora todo lo
que hago es callarlos y separarlos cuando ya estoy harta. Veo que uno de ellos
destaca mucho y al otro le da envidia. No sé cómo manejarlo.
Guadalupe
R.
Querida tocaya:
Una de las formas más efectivas que existen para
ayudar a nuestros hijos a modelar virtudes, es el contarles cuentos. A través
de los cuentos, ellos son capaces de ver desde afuera una situación de vida por
la que atraviesan, y asimilar lo que les atañe. Es conveniente que en el cuento
los personajes sean ficticios (animalitos, gigantes, enanitos, incluso árboles o cualquier otro objeto), pero las
características de éstos que sean reales y correspondan (de manera un poco
exagerada) a las actitudes que has visto en
tus hijos y quieres modificar.
Puedes tomar en
cuenta pasajes bíblicos también. Si consigues una Biblia para niños, en ella
encontrarás muchas historias útiles, que son narradas especialmente para su
edad. Toma, por ejemplo, la historia de Caín y Abel. Una versión infantil dice: “Abel era pastor de
ovejas, y Caín, labrador. Pasado un tiempo, Caín presentó una ofrenda al Señor.
Abel, también. El Señor se fijó más en la ofrenda de Abel. Caín se irritó
sobremanera y andaba cabizbajo. El Señor le dijo a Caín: “¿Por qué estás
resentido y con la cabeza baja?; si obras bien, andarás con la cabeza
levantada; pero, si obras mal, el pecado acecha a la puerta de tu casa para
someterte. Sin embargo, tú puedes dominarlo”. Caín dijo a su hermano: “Vamos al campo”. Cuando estaban ahí, lo mató. El
Señor le dijo a Caín: “¿Dónde está Abel tu hermano?”. Contestó: “No sé; ¿acaso
soy yo su guardián?” (Gén.4, 1-9).
Tras la
lectura, haces inmediatamente una interpretación dirigida a ellos: “Esta
historia es triste porque aquí vemos a dos hermanos. Uno de ellos se deja
llevar de un mal sentimiento hasta destruir al otro. Uno de ellos no supo
buscar la forma de agradar a Dios con sus propios talentos, sino que se enojó
mucho porque el otro tuvo más reconocimiento. El Señor le hace ver que el que
obra el bien se sentirá bien. Pero cuando estamos muy enojados, se oscurece
nuestra mente y no pensamos con la luz de Dios”
Caín sintió algo que muchos de nosotros
experimentamos: envidia (molestarse porque otro muestra superioridad). Éste es
un sentimiento muy normal, pero muy destructivo. Cuando lo descubramos en nuestro corazón, conviene aceptarlo,
darle su nombre y, enseguida, soltarlo. No permitamos a un mal sentimiento que
dirija nuestros pasos. Más bien, una vez que aceptamos lo que estamos
sintiendo, reflexionemos: ¿Cómo puedo yo ser una mejor persona?”
Todos somos agradables a Dios, puesto que Él nos hizo,
pero todos somos distintos, y eso es bueno porque así nos enriquecemos
mutuamente. Unos tienen talentos que son muy notables, pero otros tenemos
talentos diferentes que no se ven mucho, aunque nos hacen personas muy confiables, especiales y profundas. Podemos
notarlo, por ejemplo, al ver cómo se realiza una película. En ella hay
productores, escenógrafos, sonorizadores, guionistas, encargados de logística,
iluminadores, post-productores, un sinfín de piezas clave para que nosotros
gocemos el resultado final. Los protagonistas se hacen muy conocidos, pero
ellos no fueron la pieza clave en el éxito de la película, sino todos en
conjunto, cada uno aportando sus talentos personales en la mejor área de
aplicación.
Es recomendable decir a nuestros hijos que nosotros
también hemos experimentado esa envidia y, si es posible, compartir alguna
anécdota. Subrayar el hecho de que todos estamos hechos para vencernos a
nosotros mismos, y que, haciéndolo, nos convertimos en la mejor versión de
nosotros mismos. He aquí un gran principio de vida: Nunca compararse con los
demás, sino sólo consigo mismos.
Los padres de familia debemos estar atentos a
reconocer y a valorar las muy diferentes cualidades de cada uno de nuestros
hijos. Por eso es importante subrayar siempre la necesidad de convivir. Fabrica
el tiempo si hace falta, pero recuerda siempre “hacer familia”.
Lupita Venegas/Psicóloga
www.valoraradio.org
Twitter: @LupitaVenegasDC
Facebook: www.facebook.com/LupitaVenegasOFICIAL
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