Licenciada Lupita:
Mi esposa y yo quisiéramos conocer el camino a recorrer para ayudar a
nuestra hija adolescente a vencer su obesidad. Ella no quiere ayuda. Está
cansada de nuestras recomendaciones. No podemos hacer mucho porque los dos
trabajamos de sol a sol, y ella se la pasa viendo la televisión y comiendo snacks
y golosinas. Yo sé que usted no puede apoyarnos como nutrióloga, pero el tema
que más nos preocupa es su desarrollo emocional. Es insegura y tiene problemas
porque no encuentra ropa; está volviéndose todavía más sedentaria y encerrada.
¿Qué podemos hacer?
Octavio
Estimado Octavio, padres de familia
y Sociedad en general:
Nuestro paradójico mundo nos presenta a empresarios
que afirman que los buenos hábitos alimenticios y el ejercicio son necesarios
para el éxito humano en todos los sentidos; pero, al mismo tiempo, gastan fortunas en publicidad para vender los
productos chatarra que fabrican, porque en verdad es un buen negocio. Ellos
quieren ganancias a costa de lo que sea. Lo que nos daña se vende con gran gala
de promoción creativa y engañosa.
Ha habido campañas que nos invitan a una vida
saludable. Comer sano y ejercitarnos se promueve a través de diversos programas
que han implementado tanto la iniciativa pública, como la privada. ¿Pero, de
qué sirve todo eso si, por otro lado, se vende la idea de tener placer sin
medir consecuencias?
San Juan de la Cruz hace una interpretación fascinante
del Apocalipsis 10,10: “Tomé el libro de la mano del ángel y lo comí. Resultó
dulce como la miel en mi boca, pero cuando lo tragué, se llenaron mis entrañas
de amargor”. El apetito, antojo o deseo desordenado, cuando se ejecuta, es
dulce y parece bueno, pero después se siente su amargo efecto. El apetito
desordenado -nos advierte el Santo- causa tormento, fatiga, cansancio, ceguera
y flaqueza.
¡Es tiempo de forjarnos y forjar a nuestros hijos en
la virtud! Un acto de virtud, continuando con la enseñanza de San Juan de la
Cruz, produce suavidad, paz, consuelo, luz, limpieza y fortaleza.
Los padres hemos optado por el camino cómodo. Nuestros
hijos han sido criados por la nana
electrónica (TV, Internet, celulares, apps,
etc.), mientras nosotros trabajamos para ganar más dinero. En algún momento
alguien sembró en nuestras mentes la convicción de que dar lo mejor a nuestros
hijos equivalía a darles cosas materiales. ¡Qué grave error estamos cometiendo
en este ambiente consumista!
Para combatir la obesidad no bastará llevar a cabo las
recomendaciones nutricionales. Requerimos un cambio radical de mentalidad. Que
los productores, fabricantes, comerciantes, publicistas, mercadólogos apuesten
por empresas que convengan a las personas en general, y no sólo a sus
bolsillos.
En las escuelas se vende la chatarra. En los paseos,
los circos, los cines, se ofrece todo lo que hace daño y que los consumidores compramos por toneladas.
Y en las
familias… los padres no están. Los hijos se sienten solos y se llenan con lo
que hay. Vamos saliendo del ambiente de confort y arremanguémonos la camisa;
hay que trabajar: menos TV y juegos electrónicos, más convivencia y actividad
familiar, mucho diálogo, muchos juegos compartidos en familia. ¡Vida de
apostolado juntos! Y, desde luego, un régimen alimenticio que nos exija
esfuerzo y nos edifique a todos en casa.
Recuerda que “todas las virtudes crecen en el
ejercicio de una sola”.
Cambia hábitos negativos por positivos y conquista el
bien para tu hija y para toda tu familia.
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