miércoles, 15 de julio de 2015

PARA CONTRARRESTAR LA OBESIDAD

Licenciada Lupita:

Mi esposa y yo quisiéramos conocer el camino a recorrer para ayudar a nuestra hija adolescente a vencer su obesidad. Ella no quiere ayuda. Está cansada de nuestras recomendaciones. No podemos hacer mucho porque los dos trabajamos de sol a sol, y ella se la pasa viendo la televisión y comiendo snacks y golosinas. Yo sé que usted no puede apoyarnos como nutrióloga, pero el tema que más nos preocupa es su desarrollo emocional. Es insegura y tiene problemas porque no encuentra ropa; está volviéndose todavía más sedentaria y encerrada. ¿Qué podemos hacer?
Octavio









Estimado Octavio, padres de familia y  Sociedad en general:

Nuestro paradójico mundo nos presenta a empresarios que afirman que los buenos hábitos alimenticios y el ejercicio son necesarios para el éxito humano en todos los sentidos; pero, al mismo  tiempo, gastan fortunas en publicidad para vender los productos chatarra que fabrican, porque en verdad es un buen negocio. Ellos quieren ganancias a costa de lo que sea. Lo que nos daña se vende con gran gala de promoción creativa y engañosa.

Ha habido campañas que nos invitan a una vida saludable. Comer sano y ejercitarnos se promueve a través de diversos programas que han implementado tanto la iniciativa pública, como la privada. ¿Pero, de qué sirve todo eso si, por otro lado, se vende la idea de tener placer sin medir consecuencias?

San Juan de la Cruz hace una interpretación fascinante del Apocalipsis 10,10: “Tomé el libro de la mano del ángel y lo comí. Resultó dulce como la miel en mi boca, pero cuando lo tragué, se llenaron mis entrañas de amargor”. El apetito, antojo o deseo desordenado, cuando se ejecuta, es dulce y parece bueno, pero después se siente su amargo efecto. El apetito desordenado -nos advierte el Santo- causa tormento, fatiga, cansancio, ceguera y flaqueza.

¡Es tiempo de forjarnos y forjar a nuestros hijos en la virtud! Un acto de virtud, continuando con la enseñanza de San Juan de la Cruz, produce suavidad, paz, consuelo, luz, limpieza y  fortaleza.

Los padres hemos optado por el camino cómodo. Nuestros hijos han sido criados por la nana electrónica (TV, Internet, celulares, apps, etc.), mientras nosotros trabajamos para ganar más dinero. En algún momento alguien sembró en nuestras mentes la convicción de que dar lo mejor a nuestros hijos equivalía a darles cosas materiales. ¡Qué grave error estamos cometiendo en este ambiente consumista!

Para combatir la obesidad no bastará llevar a cabo las recomendaciones nutricionales. Requerimos un cambio radical de mentalidad. Que los productores, fabricantes, comerciantes, publicistas, mercadólogos apuesten por empresas que convengan a las personas en general, y no sólo a sus bolsillos.

En las escuelas se vende la chatarra. En los paseos, los circos, los cines, se ofrece todo lo que hace daño  y que los consumidores compramos por toneladas.

 Y en las familias… los padres no están. Los hijos se sienten solos y se llenan con lo que hay. Vamos saliendo del ambiente de confort y arremanguémonos la camisa; hay que trabajar: menos TV y juegos electrónicos, más convivencia y actividad familiar, mucho diálogo, muchos juegos compartidos en familia. ¡Vida de apostolado juntos! Y, desde luego, un régimen alimenticio que nos exija esfuerzo y nos edifique a todos en casa.

Recuerda que “todas las virtudes crecen en el ejercicio de una sola”.

Cambia hábitos negativos por positivos y conquista el bien para tu hija y para toda tu familia.




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