Licenciada Lupita:
Somos una pareja recién casada. Hemos seguido sus artículos, en los
cuales usted ha dicho que pueden romperse las cadenas de dolor. Nosotros nos
conocimos en un Retiro Espiritual, y Jesús cambió nuestras vidas.
Estamos contentos; pero, a la vez, tenemos muchos temores sobre la
forma en que educaremos a nuestros hijos. Mi esposa no conoció a su papá, y yo,
aunque supe quién era, jamás conviví con él.
¿Cómo podemos construir una familia si no tenemos un modelo a seguir?
Contamos con nuestra fe y con buena voluntad, pero el miedo sigue ahí.
¿Podremos superarlo?
Alejandra
y Joaquín
Queridos Ale y Joaquín:
Ustedes harán realidad sus deseos porque cuentan con
la fuerza más poderosa sobre la faz de la Tierra: la fe.
Se escucha hablar con mucha frecuencia sobre “madres
solteras”, pero nunca se menciona algo como “padres abandonadores”.
Ustedes dos vivieron esta realidad. En sus vidas hubo
un padre que los abandonó y los dejó a su suerte; en cierto modo, esto es
causal del miedo que experimentan actualmente. Sin duda que su mamá hizo un
papel heroico, especialmente porque supo acercarlos a Dios.
Hoy quiero dirigir estas palabras a esos padres que no
han tomado conciencia de la importancia de su rol en la educación y desarrollo
de sus hijos.
Presento algunas conclusiones científicas a
continuación:
A partir de las seis semanas, los niños distinguen la
voz del padre de la de la madre. Ya a las ocho semanas se aprecia que, al
acercarse la madre, los recién nacidos responden con un ritmo cardíaco y
respiratorio más lento, aflojan los hombros y bajan los párpados; en cambio,
cuando se acerca el padre, se les acelera el ritmo cardíaco y respiratorio,
tensan los hombros, abren los ojos y se les vuelven más brillantes.
Los niños que han tenido un buen padre entre los
primeros dieciocho a veinticuatro meses de vida, son más seguros en la exploración
del mundo que les rodea, son más curiosos y menos dubitativos frente a los
nuevos estímulos.
Henry Biller y Frank Petersen demostraron que estos
niños, llegado el momento de ir a la escuela, están más preparados; tienen
mayor tolerancia a la tensión y a la frustración; están más capacitados para
esperar su turno; mantienen suficiente interés en su trabajo, más confianza en
sus propias capacidades y habilidades para trabajar solos hasta que la
profesora pueda ayudarlos.
Un estudio longitudinal de la Universidad de
Regensburg, Alemania, evidenció que los padres que interactúan con sus hijos a
los dos años, jugando con ellos y apoyándolos, mantendrán una relación sólida
con ellos a través de la adolescencia.
Aquellos que a los cinco años de edad no están
apegados a su padre, sufrirán ansiedad y serán más retraídos e inseguros a los
nueve años.
El investigador y psiquiatra infantil Kyle Pruett, de
la Universidad de Yale, encontró que la participación positiva de los papás
está ligada con menores conductas agresivas, menos depresión y mentiras; mayor
responsabilidad, obediencia y consideración hacia los demás; menos problemas
conductuales y mayor habilidad para la lectura, en los niños; niñas más
felices, seguras, abiertas a probar cosas nuevas y con mayor destreza
matemática. Se relacionan también con más sensibilidad moral.
Varones, basta ya de irresponsabilidades y egoísmos.
Necesitamos su rol comprometido en las familias. Retomen su papel de esposos
fieles y padres amorosos. Prepárense para amar a una mujer y formar a su lado
la mejor familia que haya existido: la suya propia.
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