Querida Lupita:
Tengo una duda muy grande, y en verdad quisiera saber cómo actuar. Este año nos toca pasar
Navidad en casa de mis suegros, pero ellos no son muy católicos y nunca hacen la cena tomando en cuenta que es el cumpleaños de Jesús, como leí en un número de la revista de Ideales Franciscanos.
Si nos quedáramos en casa,
seguramente podríamos celebrarla con espíritu realmente cristiano; sin embargo, no sé cómo decírselo a mi marido. Ir a donde viven sus papás va a ser un sacrificio para todos, pues ni siquiera vamos a sentirnos
a gusto.
¿Cómo podré hablar con él?
Consuelo P.
Mi querida Consuelo:
Cuando alguien dice: “Yo no soy muy católico”, o bien, “soy católico, pero no practicante”, en realidad está demostrando que desconoce nuestra bellísima religión.
En efecto, somos católicos todos los bautizados, pero no todos nos preparamos para vivir
nuestra Fe y nos quedamos infantiles, inmaduros espiritualmente.
Imagina por un momento cómo sería el mundo si los católicos, que somos más de 1,100 millones, conociéramos a fondo nuestra
Fe y fuésemos congruentes con ella. Para empezar, los dirigentes católicos evitarían a toda costa las guerras, el hambre y la injusticia para sus pueblos
y los pueblos vecinos.
Las madres católicas estarían preocupadas por lo único importante:
transmitir la Fe a sus hijos para hacerlos merecedores del Cielo, mientras que
los padres de familia ejercerían su autoridad en casa
para el bien de todos, y no para cubrir sus propios caprichos.
La violencia entre jóvenes y dentro de las
familias sería mínima o nula, pues todos querrían ser fieles al llamado cristiano de sembrar el amor y la paz. El
consumismo dejaría de hacer daño a las almas. Los negocios sucios -que son muchos y muy redituables-
quebrarían (con razón se ataca tanto a la
Iglesia Católica); los Medios de Comunicación transmitirían contenidos dignos -lástima que hoy en día hay muchos católicos "no practicantes” trabajando en ellos-; los vecinos se conocerían y habría ayuda mutua; las familias, en fin,
experimentarían comprensión y perdón, tanto al interior como al exterior
Qué gusto me da que desees vivir tu Navidad con un sentido auténtico, pero si de verdad quieres que nazca Cristo en tu corazón, disponte a ir a casa de tus suegros. Si es posible, sugiere una
pequeña oración o actividad que una, no que separe. Si aun intentándolo nada puedes lograr, entonces haz lo mejor que podemos hacer los
cristianos: dar testimonio.
Tú puedes celebrar tu cena navideña en casa una noche antes, preparando así el corazón de tus hijos para aceptar serenamente las cualidades y defectos de
sus abuelos, y animarlos para que sepan verlos como los mira Cristo. ¡Ésta es la auténtica Navidad!
Cristo viene a nacer en los corazones de
todos y su presencia puede transformar sentimientos y conductas. Si no te
revistes de Él en tu corazón, no amarás de verdad.
Una encomienda especial para
esta Navidad es: ¡Qué también en los hogares más humildes haya cena familiar! Si tú conoces una familia que
no podrá celebrar su Navidad,
dadas sus precarias condiciones económicas, llévale
de cenar tú mismo y hazlo en
familia. Hazlo en nombre de Jesús y de su mensaje de
Buena Nueva este mismo 24 de diciembre.
¿Crees que es una locura hacer un espacio para llevar a tus hermanos
pobres la alegría de Cristo el mismo día de la Navidad?, pues entonces atrévete a ser un “loco de Cristo”.
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