Lic. Lupita:
Cuántos dolores de cabeza sacan los hijos. Yo ya no veo la salida, con
tanta preocupación. Mi hijo mayor se quedó sin trabajo, y ya van ocho meses sin
que encuentre algo. Mi hija, que le sigue, se involucró con un hombre casado y
nos está avisando que se irá a vivir con él. Las dos más chicas están rebeldes
e inmanejables. Y encima, las deudas me tienen estresada. Mi esposo y yo no
sabemos en dónde estuvo nuestro error. Yo sé que no hemos estado muy presentes,
pues trabajamos de sol a sol, y también sé que no estamos muy cerca de Dios. Me
percibo muy necesitada de acercarme a la Iglesia, pero no me siento bien para
ir a mi Parroquia, donde estoy segura que me criticarán. Además, a mi esposo no
le agrada ir a Grupos ni convivir. ¿Podemos acercarnos a Dios desde casa?
Raquel
Estimada Raquel:
Es probable que estés experimentando una crisis de
agotamiento. Éstas llegan cuando se conjuntan varios factores, entre otros:
1.
Vida desequilibrada.
2.
Falta de tiempo para lo importante.
3.
Dar lo mejor de sí mismos al trabajo (y a veces, lo peor a la familia).
4.
Adquirir más de lo que realmente se puede tener (créditos).
5.
Expectativas utópicas sobre los hijos, el rol del cónyuge y la vida en
general.
6.
Dormir poco y mal.
7.
Falta de alimentación sana, respetando horarios.
La actitud que tenemos cuando estamos agotados, es
pesimista. Se enfatizan los problemas y dejan de verse las bendiciones o
bondades que también se experimentan.
No pidas una vida perfecta, sino una actitud perfecta.
Cuentan que, hace muchos años, un rey colocó una gran
roca estorbando en un camino importante. El rey se escondió para observar a la
persona que decidiera moverla. Desde el lugar que ocupaba estratégicamente,
pudo percatarse de que numerosos comerciantes y cortesanos solo le daban la
vuelta, sin hacer algo al respecto; unos, incluso, insultaban al rey por no
tener los caminos despejados.
Su corazón se sentía decepcionado. De pronto, se
acercó un campesino que traía una pesada carga de verduras. Este humilde
hombre, poniendo a un lado su carga, se tomó el tiempo de intentar mover
aquella gran piedra.
Después de muchos esfuerzos, lo consiguió. Iba a
recoger nuevamente su carga cuando observó en el piso un pequeño costalito de
tela. Estaba justo debajo de la roca. Aquel costalito contenía monedas de oro y
una carta firmada por el propio rey, en la que se indicaba que aquel oro
pertenecía a la persona que moviera la roca. ¡Qué afortunado!
La vida no es como queremos que sea. Si aprendemos a
aceptarla tal como viene, comprenderemos que cada obstáculo o dificultad está
ahí para que hagamos algo y crezcamos como seres humanos. Cada problema, en
realidad, es un desafío que nos reta a sacar lo mejor de nosotros mismos.
Dios te invita a ver las cosas desde su perspectiva;
por eso está inscribiendo en ti este deseo de buscarlo y de encontrar
respuestas en Él. No desaproveches esta inspiración del Espíritu Santo y, sin
miedo, con una nueva actitud, acude a tu Iglesia y haz lo correcto: confía.
Te recomiendo vivamente que veas la Película EL GRAN
MILAGRO, que tiene el poder de provocar un gran milagro en ti. “Haz la prueba,
y verás qué bueno es el Señor”.
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