miércoles, 26 de noviembre de 2014

CÓMO CONVIVIR CON PERSONAS DIFÍCILES

Querida Lupita:

Lamento mucho haber tratado mal a mi esposo por años. Me cansé de sus malos modos y un día me llené de valor: empecé a tratarlo como él me trataba a mí. Logré destruir su autoestima, como él había destruido la mía. Pero, al paso de los años, he podido comprobar que lo que únicamente conseguimos fue dañar a nuestros hijos y a nosotros mismos.

Hasta ahora comprendo, después de que me lo dijo un Psiquiatra, que él tenía un trastorno de personalidad y que lo que necesitaba de mí era comprensión y trato digno. Sufrió una embolia y ahora está en cama; mas no sé si él se dé cuenta de que estoy cuidándolo y de que le pido perdón. Yo actué por venganza y hoy quiero actuar por amor. Siento que no valgo como mujer y que me equivoqué siempre y en todo. No dejo de llorar; me siento deprimida.
María





Querida María:

Has descrito el tipo de relación que se da cuando se trata de convivir con personas difíciles. Usualmente, éstas presentan un trastorno de personalidad: son rígidas en sus reacciones, y sus patrones de pensamiento y de conducta son desadaptados.

Posiblemente tuvieron una infancia difícil; tal vez sufrieron abusos y maltratos, o bien, son víctimas de algún factor hereditario. Son personas propensas a tener problemas en sus relaciones sociales, interpersonales y en el trabajo. Generalmente no son conscientes de su comportamiento y creen tener la razón en todo.

Suele ocurrir que sus familiares los envían a recibir ayuda psiquiátrica, pero ellos no aceptan que la necesitan. Hay muchos tipos de trastornos de la personalidad. Sólo por mencionar algunos: Paranoide, esquizoide, histriónico, narcisista, antisocial, dependiente, obsesivo-compulsivo, pasivo-agresivo, etcétera.

El diagnóstico y tratamiento lo hace un especialista en conducta. En algunos casos es necesario medicar; pero, ordinariamente, las terapias grupales ayudan mucho a que la persona reconozca sus patrones equívocos y los modifique. Los grupos de neuróticos anónimos pueden ser una excelente herramienta de apoyo y crecimiento.

Fray Enrique Domingo Lacordaire, genial escritor dominico, nos legó esta frase: “¿Quieres ser feliz un instante?, véngate. ¿Quieres ser feliz toda la vida?, perdona”. Haz dicho bien que, al no saber cómo tratar a tu esposo, reaccionaste con actitudes de venganza ante sus injusticias.

Ésto es lo más común entre los seres humanos, y no debes culparte neuróticamente por ello. En cambio, la actitud cristiana, la que nos pide el mismo Dios, será siempre la más exigente; pero, al fin y al cabo, es la única que trae la paz al corazón y a las relaciones interpersonales. Leemos en el Evangelio de San Lucas: “Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian, bendigan a los que los maldicen, rueguen por los que los difaman (…) hagan por los demás lo que quieren que los hombres hagan por ustedes” (Lc.6, 27ss).


¡Esta increíble exigencia la estás cumpliendo al extremo en este momento! ¿Te das cuenta? Tu presente es maravilloso porque actúas con el amor cristiano. Vives para amar. Dejaste atrás los resentimientos, y con humildad reconociste tu culpa. Una buena confesión te liberará. Deja que Dios alivie tu dolor escuchando su voz alegre que te dice: “Hija mía, me honras al hacer mi voluntad. Y el pasado… el pasado ha quedado atrás”.


Lupita Venegas Leiva/Psicóloga www.valoraradio.org          
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miércoles, 19 de noviembre de 2014

CELOS ENFERMIZOS

Lic. Lupita:

Después de 16 años de matrimonio, buscando la manera de seguir juntos, ya no puedo más. ¡Mi esposo me ha ofendido tanto!… Me llama “p…” todas las veces que puede; cree que lo engaño: me investiga, me impide salir, me pregunta constantemente dónde estoy y qué estoy haciendo.

Me prohíbe el celular, no me da dinero: él hace las compras, ya que dice no confía en mí, y todo esto se hace cada vez peor.

 La situación, obviamente, afecta a mis hijos. Un fin de semana quiso llevárselos, pero dos de ellos se negaron; entonces mi marido los amenazó con no darles dinero porque lo habían despreciado, y que eso, para él, era como si ya hubiesen muerto.

 Mi familia me ofrece trabajo y ayuda, pero él no me deja ir, a menos que le deje los niños. Esto es una tortura; siento que estoy volviéndome loca.
Ana María





Querida Ana:

Es muy probable que tu esposo padezca un trastorno mental, llamado colopatía. Sabemos que los celos pueden ser normales en una pareja; pero cuando son excesivos y se acosa al cónyuge con permanentes reclamos, se trata de una violencia psicológica que no debe permitirse, incluso cuando no hay golpes físicos. Esta forma de violencia solapada existe en algunos hogares.

El maltrato psicológico se da cuando se desmerecen los logros del cónyuge; cuando se le controla con celos enfermizos que le degradan; cuando se desconfía, se insulta y se le falta al respeto habitualmente.

En palabras de Carlos Bellucci: “el maltrato psicológico atenta contra la consideración, la confianza y el decoro que es menester tener en las relaciones del matrimonio”.

La Palabra de Dios te invita a no permitir los abusos: “Ni a hijo ni a esposa, ni a amigo ni a vecino, des poder sobre tu vida. Mientras vivas y respires, no dejes que alguien te domine” (Eclo. 33,20).

Y el Catecismo de la Iglesia Católica contempla estas dolorosas circunstancias en el Punto 1640: “Existen, sin embargo, situaciones en que la convivencia matrimonial se hace prácticamente imposible (…) en tales casos, la Iglesia admite la separación física de los esposos y el fin de la cohabitación”.

Los celos son una razón por la cual la vida en familia puede resultar imposible. Con frecuencia, las mujeres celadas entran en un estado de depresión y ansiedad, que acaba desarrollando un cuadro de neurosis.

Se han dado casos de mujeres que optan por dejar casa e hijos para iniciar trámites de divorcio, y esto es aprovechado por el cónyuge celoso para acusarlas de abandono de hogar y falta de cumplimiento de sus deberes conyugales. La guerra, entonces, se vuelve insufrible para la mujer.

     Qué tu experiencia sea un llamado de atención para todos los matrimonios. Los celos excesivos no deben permitirse. La persona celosa se debe preparar explorando técnicas para dominarse, y las personas afectadas han de poner un ALTO a tiempo. Si el celoso no admite ayuda, la separación de los cónyuges, por el bien de toda la familia, aparece como la decisión más prudente. Una buena asesoría espiritual, legal y psicológica te permitirá ver con claridad el camino a seguir.

Pero, en todo: caridad. Es con serenidad como irás dando pasos por el sendero correcto. Haz lo que provoque el máximo bien para los que amas, y esto redundará en bien para ti misma.



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miércoles, 12 de noviembre de 2014

GRITOS, NALGADAS Y DESCALIFICACIONES

Muy querida Lupita:

Cuánto desasosiego siento al ver a mis hijas maltratar a mis nietos. Ellos viven en mi casa, y por eso puedo darme cuenta y sufrir por esos inocentes.

Comprendo que ellas llegan cansadas y llenas de problemas, y no tienen cabeza ni corazón para educar a sus niños; yo también soy madre soltera y me arrepiento de mis errores, pero por más que trato que ellas los corrijan, no hay manera de hacerles ver que están mal.

En mi casa se escuchan groserías, gritos, y a veces se recurre a los golpes; y yo, sin querer, caigo en lo mismo. Ya no es posible seguir viviendo así; mas, ¿cómo convencerlas de que está mal lo que hacemos?

Joanna




Abuelita Joanna:

“Violencia engendra violencia”, reza un dicho popular español. Gandhi decía: “Me opongo a la violencia porque, cuando parece causar el bien, éste solo es temporal; el mal que causa es permanente”. Y Martin Luther King, defensor pacífico de los derechos civiles, afirmaba: “La violencia crea más problemas sociales que los que resuelve”.


Tú eres testigo fiel y sufriente. Yo no sé desde dónde viene la cadena de maltrato en tu familia; pero, desde luego, tus hijas viven lo que ellas antes aprendieron. Cuando un miembro de la familia logra darse cuenta de la falta de paz en el hogar, empieza un camino que lleva, sin duda, a una salida de esperanza.

Sabes que no hay fórmulas mágicas ni recetas rápidas. Los hogares se transformarán a la luz de la fe y de la razón. Dos alas verdaderas de la libertad.

 Por la fe, los cristianos sabemos que somos hijos amados de Dios y que las dificultades llegan para hacer de nosotros mejores personas. No nos preguntemos ¿por qué?, sino ¿para qué?

Por la razón, percibimos que una situación de violencia o de abuso de autoridad en casa es totalmente indeseable y gesta resultados desastrosos. Observar los momentos de injusticia, buscar en el pasado y en el presente el origen de estas actitudes, nos permitirá vislumbrar un camino de salida hacia la madurez, tanto de las madres como de los hijos.

 Una madre cansada y apesadumbrada acabará, invariablemente, por desesperar.

Qué importante resulta la ayuda de sus seres cercanos. Pero esta ayuda no debe ser tal que promueva o mantenga un círculo vicioso, sino todo lo contrario. Ayuda legítima que busque el crecimiento humano de nuestro ser querido. No es cuidando a sus hijos y haciendo los quehaceres como ayudamos a las madres solteras.

Más que eso, es necesario permitirles que busquen su crecimiento personal a través de cursos, lecturas, películas y otros medios. Ellas deben tener un espacio de descanso, una buena alimentación y crecimiento espiritual. ¡Imposible!, me dirás. Esa palabra sólo cabe en quienes no confían en el amor de Dios.

“Somos hechura de Dios, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas” (Ef. 2,10).

 Si es necesario desechar malos hábitos y crear buenos, hagámoslo. Sí es posible cambiar, y el cambio empieza por nuestra mente, vamos a albergar buenos pensamientos alimentándonos con contenidos que inspiren.

Una buena idea es escuchar en Radio las mejores opciones y, hoy por hoy, existen excelentes alternativas en Internet. Te recomiendo www.valoraradio.org , toda una escuela de superación personal y familiar las 24 horas del día.

 Pero la mejor idea es llenarse de la Palabra de Dios, fuente de Vida y Verdad.



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miércoles, 5 de noviembre de 2014

"NO PIDAS UNA VIDA PERFECTA, SINO UNA ACTITUD PERFECTA"

Lic. Lupita:
Cuántos dolores de cabeza sacan los hijos. Yo ya no veo la salida, con tanta preocupación. Mi hijo mayor se quedó sin trabajo, y ya van ocho meses sin que encuentre algo. Mi hija, que le sigue, se involucró con un hombre casado y nos está avisando que se irá a vivir con él. Las dos más chicas están rebeldes e inmanejables. Y encima, las deudas me tienen estresada. Mi esposo y yo no sabemos en dónde estuvo nuestro error. Yo sé que no hemos estado muy presentes, pues trabajamos de sol a sol, y también sé que no estamos muy cerca de Dios. Me percibo muy necesitada de acercarme a la Iglesia, pero no me siento bien para ir a mi Parroquia, donde estoy segura que me criticarán. Además, a mi esposo no le agrada ir a Grupos ni convivir. ¿Podemos acercarnos a Dios desde casa?
Raquel









Estimada Raquel:

Es probable que estés experimentando una crisis de agotamiento. Éstas llegan cuando se conjuntan varios factores, entre otros:

1.   Vida desequilibrada.
2.   Falta de tiempo para lo importante.
3.   Dar lo mejor de sí mismos al trabajo (y a veces, lo peor a la familia).
4.   Adquirir más de lo que realmente se puede tener (créditos).
5.   Expectativas utópicas sobre los hijos, el rol del cónyuge y la vida en general.
6.   Dormir poco y mal.
7.   Falta de alimentación sana, respetando horarios.

La actitud que tenemos cuando estamos agotados, es pesimista. Se enfatizan los problemas y dejan de verse las bendiciones o bondades que también se experimentan.

No pidas una vida perfecta, sino una actitud perfecta.

Cuentan que, hace muchos años, un rey colocó una gran roca estorbando en un camino importante. El rey se escondió para observar a la persona que decidiera moverla. Desde el lugar que ocupaba estratégicamente, pudo percatarse de que numerosos comerciantes y cortesanos solo le daban la vuelta, sin hacer algo al respecto; unos, incluso, insultaban al rey por no tener los caminos despejados.

Su corazón se sentía decepcionado. De pronto, se acercó un campesino que traía una pesada carga de verduras. Este humilde hombre, poniendo a un lado su carga, se tomó el tiempo de intentar mover aquella gran piedra.

Después de muchos esfuerzos, lo consiguió. Iba a recoger nuevamente su carga cuando observó en el piso un pequeño costalito de tela. Estaba justo debajo de la roca. Aquel costalito contenía monedas de oro y una carta firmada por el propio rey, en la que se indicaba que aquel oro pertenecía a la persona que moviera la roca. ¡Qué afortunado!

La vida no es como queremos que sea. Si aprendemos a aceptarla tal como viene, comprenderemos que cada obstáculo o dificultad está ahí para que hagamos algo y crezcamos como seres humanos. Cada problema, en realidad, es un desafío que nos reta a sacar lo mejor de nosotros mismos.

Dios te invita a ver las cosas desde su perspectiva; por eso está inscribiendo en ti este deseo de buscarlo y de encontrar respuestas en Él. No desaproveches esta inspiración del Espíritu Santo y, sin miedo, con una nueva actitud, acude a tu Iglesia y haz lo correcto: confía.


Te recomiendo vivamente que veas la Película EL GRAN MILAGRO, que tiene el poder de provocar un gran milagro en ti. “Haz la prueba, y verás qué bueno es el Señor”.

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