EDUCAR EN
POSITIVO: NO HAGO LO BUENO QUE QUIERO HACER, SINO LO MALO QUE NO QUIERO HACER
Hola, Lupita
Soy una mujer relativamente joven. Me consideraba una
buena persona, pero desde hace cinco meses estoy actuando muy mal…estoy
teniendo una relación extra-matrimonial.
Los valores que me inculcaron mis padres, y de los que
yo me llenaba la boca pregonándolos, se han ido todos a la basura.
De verdad, estoy desesperada; no sé cómo ponerle un
alto a esto. Cuando voy a Misa (porque aunque me da pena decirlo, todavía tengo
el descaro de ir), me avergüenzo ante Dios y le pido perdón, asegurándole que
no vuelvo a hacerlo.
Pero en el
momento que recibo una llamada o un mensaje de este hombre, todo se me olvida,
mi mente se debilita y caigo en la tentación. Lupita, sé que no tengo perdón de
Dios; ni siquiera tengo el valor de confesarme.
Muchas gracias
por tu tiempo y porque sé que no me juzgarás.
Natalia.
Mí querida
Natalia:
¿Qué pienso
de ti?
Que eres una extraordinaria persona que lucha por
hacer lo correcto. Desconoces mucho de Dios; me doy cuenta de ello cuando dices
que “no tienes su perdón”; pero, afortunadamente, quieres estar cerca de Él.
En tu situación estás planteando el gran misterio del
hombre. Todos vivimos esta doble tensión interior: queremos cumplir la Ley de
Dios, pero no podemos. La buena voluntad del hombre no es suficiente para
realizar el bien. El pecado es más fuerte que sus buenos deseos.
El pecado no es sólo un defecto de crecimiento, una
debilidad psicológica o un error; es el rechazo y la oposición libre del hombre
a Dios y a su Reino.
Ciertamente estás en una situación de pecado, pero la
buena noticia es que el mismo Dios quiere rescatarte. Cuando el hombre cede a
“la tentación”, lo que sucede es que cae en el engaño.
El amo de la mentira le presenta una realidad muy
atractiva y le convence de que tiene todo bajo control, que disfrutará de lo
que ofrece y que no habrá consecuencias.
Muchos pueden describir sus sentimientos de esta
forma: “no era yo”, “no sé cómo fui capaz de esa estupidez”, “¿qué me pasó?”
San Pablo lo expresaba así: “ahora bien, si hago lo que no quiero hacer, ya no
soy yo quien lo hace, sino el pecado que está en mí” (Rom. 7,20). Como ellos,
tú fuiste engañada.
Lo importante ahora es saber que la buena voluntad y
la confianza en las propias capacidades no bastan para ser fieles a Dios.
La debilidad de la condición humana se impone, y
cuando el pecado se arraiga en el hombre, influye en su forma de pensar, sentir
y actuar, y va ganando terreno hasta el grado de que la persona ya no es dueña
de sí misma. Recordemos que, si bien el pecado es mayor que el hombre… el
hombre en gracia es mayor que el pecado. Necesitamos la gracia de Dios para
superar nuestra
No es suficiente hablar con Él; es menester acudir al
Sacramento de la Reconciliación. Algunos dicen: “No iré, pues volveré a caer”,
y hacen lo que menos conviene. El Sacramento tiene el poder de fortalecerte. Es
un signo sagrado EFICAZ y tiene poder total para sanarte y liberarte.
¡Vamos!, Dios sale a tu encuentro para invitarte a una
reconciliación verdadera. Él será tu fortaleza. Déjale tu miseria y él te
limpiará. Entra con tus manchas al confesionario, y sal de ahí revestida de
blanco, con la mirada en alto, completamente nueva. El día que lo hagas, ¡habrá
fiesta en el Cielo!
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