Estoy cansado de luchar, de
querer entender a mi esposa. Perdí el empleo, y confieso que me volví brusco.
Ella me pidió que me fuera de la casa, mas yo creo que estoy haciendo un buen
papel como padre, sólo que con ella no puedo ni hablar. Me siento en una nube,
quisiera despertar y que no fuera cierto lo que está pasando. No sé en qué
momento se hundió todo. Tengo una actitud de enojo y coraje.
¿Cómo amarla si en su
orgullo no es capaz de buscarme ni siquiera para escucharme decir que lo
siento? Hago oración; estoy apoyando en mi Parroquia, pero no puedo ver la
acción de Dios en este problema. Todos me dicen que la deje ya y que hay muchas
mujeres que pueden consolarme. Yo quiero escuchar algo diferente, y es por eso
que le escribo. Muchas gracias por atenderme.
Francisco
Amigo Francisco:
Cuando me dices que no sabes
en qué momento fue hundiéndose todo, me haces pensar en tantos matrimonios que
pueden repetir esas mismas palabras.
Creo que descuidamos los
pequeños detalles de cada día. Nos vamos enfrascando en la rutina y nos hacemos
competitivos. Nos herimos primero poquito, y luego con ofensas difíciles de
olvidar y perdonar.
Yo trabajo con matrimonios.
Vienen a mí cuando el mundo entero les ha dicho que ya no hay nada qué hacer.
Veo casos que parecen sin solución, pero es impactante comprobar cómo cambia
todo, cuando en verdad Dios se involucra. No es sólo el orar o estar en
apostolados. Más bien, es trabajar en nuestro interior para llegar a ser
realmente humildes.
Cuando se presenta un
problema que parece superarnos, ¡es tiempo de superarnos! Conócete, acépate y
proponte mejorar. No gastes tus energías en recordar todas las ofensas
recibidas y los errores de los que están alrededor tuyo.
La Palabra de Dios puede
inspirarte de manera que vivas en clave de eternidad. Tu cambio real motivará a
tu esposa. Reflexiona el siguiente pasaje:
Cristo camina sobre las
aguas (Mt. 14, 22 – 31). Pedro le dice: “Si eres Tú, mándame ir a Ti”… “Ven”,
responde el Señor. Entonces Pedro camina sobre el agua, pero luego ve las olas
encrespadas y experimenta miedo… comienza a hundirse, e implora: “¡Sálvame!”
Jesús enseguida lo salva, pero dulcemente le reclama: “Hombre de poca fe, ¿por
qué has dudado?”.
Dios le permite a Pedro
hacer algo sobrenatural: caminar sobre el agua. Pedro puede hacerlo mientras le
mira, pero cuando Pedro deja de mirar a Cristo para ver sus grandes problemas,
entonces tiene miedo y no puede seguir adelante con el mandato del Señor. Un
mandato sobrenatural que puede obedecerse sólo “mirándolo”.
Un hombre que no vive en
clave de eternidad no puede hacer la voluntad de Dios. La vida se trata del
logro de una “transfiguración”, que es cambiar nuestra figura por la de Cristo;
cada vez ser menos yo y más Cristo en mí.
Me dices que ella te
desprecia. En el fondo de tu corazón quieres sentirte amado por ella. Estás
lastimado, dolido. Necesitas su apoyo y no sus reclamos.
Pero para que una mujer funcione, requiere sentirse amada. Ella te dará lo que quieres, pero te corresponde dar el primer paso: Ámala primero; pídele a Dios su mirada, sus oídos, su boca.
Mírala, escúchala y háblale
como lo haría Cristo.
A tu mujer has de amarla, aun cuando parezca que menos lo merece, pues es justamente cuando más necesita de tu amor. Esto, sin duda, es un pedido sobrenatural, y por eso no podemos hacerlo sin la ayuda de Dios.
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