Lupita:
Cuando tenía 18 años, cometí
el gran error de someterme a un aborto y, desgraciadamente, quedé sin poder
tener hijos nunca más. Desde ese día no volví a ser la misma. A los 27 años me
casé, adoptamos un niño, pero nos divorciamos. El niño se quedó conmigo y he
vivido sola con él. Hemos llevado juntos una vida difícil, de muchas pérdidas,
materiales especialmente. Ahora tiene 18 años, y hace unos meses me dijo que
quiere ser sacerdote. Hemos hecho todos los trámites y ya entrará al Seminario.
No sé si es una bendición, y me duele pensar que me quedaré sola. ¿Cómo debo
sentirme?; a veces estoy contenta, pero también desconsolada.
Estela
Querida Estelita:
Somos
ciudadanos del Cielo. Vivimos en este mundo, pero no pertenecemos a él; nacimos
para la eternidad, para ser felices plenamente en presencia de Dios. ¡Cuánto
cambiarían nuestros criterios si recordáramos esta verdad contundente!
… Tener
un hijo sacerdote se convertiría en una fuente inagotable de alegría, nos
sentiríamos elegidos como familia. Tener un hijo sacerdote es prenda del Cielo, anticipo de eternidad.
Las dificultades terrenas que esto pudiera acarrear se convierten en peccata minuta, en una nadería;
comprenderíamos nuestro compromiso de oración por él, por su santidad y por la
propia.
Los
grandes místicos han sabido valorar el sacerdocio, y han dicho a este respecto:
Santo Cura de Arz.: “El Sacerdocio es el amor del corazón
de Jesús.”
San Francisco de Asís: “Si tuviese que ver a un ángel
del Paraíso y a un sacerdote, antes doblaría mi rodilla ante el sacerdote,
luego ante el ángel.”
Santo Tomás de Aquino: “La dignidad del sacerdote
supera a la de los ángeles.”
San Ambrosio: “La dignidad del sacerdote difiere de
aquella del rey, como difiere el oro del plomo.”
San Ignacio, Mártir: “El sacerdocio es la dignidad
suma entre todas las dignidades creadas.”
San Dionisio llama al sacerdote hombre divino; para él, el sacerdocio es dignidad divina.
Fue el
mismísimo Señor Jesucristo quien dijo a los Apóstoles que el sacerdote debe ser
tratado como si fuera Él mismo: “Quien a vosotros os escucha, a Mí me escucha.
Quien a vosotros os desprecia, a Mí me desprecia” (Lc 10,16).
Qué gran
bendición te ha dado el Señor al hacer sentir este llamado a tu hijo. Qué
manera de sanar tu corazón herido por el flagelo del aborto. Él te ha dado el
trato que dio a Pedro, quien, habiéndolo negado tres veces, fue confirmado tres
veces en el primado de la Iglesia. Pedro falló, y Cristo le otorgó la
oportunidad de reparar su falta.
Dices
que después de aquel aborto a los 18 años, tu vida no ha sido la misma. Esta
experiencia tuya debes compartirla a tantas mujeres que hoy están convencidas
de que abortar es fácil y no tiene consecuencias. ¡Diles que se trata de una
mentira! Conviértete en valiente defensora de la vida.
Quiero
felicitarte y felicitar a los neosacerdotes que en la Arquidiócesis de
Guadalajara recibieron la investidura en el marco de la Fiesta de Pentecostés.
Nuestra Iglesia local debe sentirse regocijada con los abundantes frutos que
cosecha su Seminario. Un abrazo fraterno también para las dichosas familias que
cuentan ya con un Sacerdote en su seno; bendición inefable.
Lupita Venegas
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