Hay una
frase popular, que expresa una reveladora verdad: “No le digas a Dios cuán
grande es tu problema; dile a tu problema cuán grande es Dios”.
Esta
cuaresma tienes 40 días para ofrecer a Dios lo único que es realmente tuyo: tu
dolor. En efecto, todo lo que tenemos es don. Todo nos ha sido regalado por el
Creador a nosotros, y si Él lo toma, está bien. Es de Él. Agradece por el
tiempo que te lo dio. Bienes materiales y espirituales. A Dios se le ama sin
condiciones. No le amamos porque nos da todo, sino porque es Dios. ¡Es grande,
bueno, omnipresente, omnisciente, omnipotente, perfecto, infinito, inmutable,
soberano, justo, Santo!
Cristo
nos enseñó a amar con fidelidad total, incluso en el momento en que se sintió
abandonado por Él. Fue fiel en el amor… un amor incondicional a su Padre, un
amor que no dependía de sentirse querido, acompañado, protegido. Esta Cuaresma
nos da la oportunidad de hacer penitencia; de ofrecer nuestras dificultades, y
hacerlo con la mejor cara, confiando en que Dios está ahí siempre y que sólo
permite pruebas que podemos pasar con su ayuda.
A veces,
las penas son el único medio a través del cual el Señor logra hacer que
nuestros ojos le miren. Es hora de limpiar el alma. Te propongo un ayuno
especial, publicado por las Siervas de los Corazones traspasados de Jesús y de
María
Ayuna de
juzgar a otros; descubre a Cristo que vive en ellos.
Ayuna de palabras hirientes; llénate de frases sanadoras.
Ayuna de descontento; llénate de gratitud.
Ayuna de enojos; llénate de paciencia.
Ayuna de pesimismo; llénate de esperanza cristiana.
Ayuna de preocupaciones; llénate de confianza en Dios.
Ayuna de quejarte; llénate de aprecio por la maravilla
que es la vida.
Ayuna de las presiones que
no cesan; llénate de una oración que no cesa.
Ayuna de amargura; llénate de perdón.
Ayuna de darte importancia a ti mismo; llénate de
compasión por los demás.
Ayuna de
ansiedad sobre tus cosas; comprométete en la propagación del Reino.
Ayuna de desaliento; llénate del entusiasmo de la fe.
Ayuna de pensamientos mundanos; llénate de las
verdades que fundamentan la santidad.
Ayuna de
todo lo que te separe de Jesús; llénate de todo lo que a Él te acerque
.
Serénate y vive tu fe. Encárgate de estas
cosas durante la Cuaresma, y Dios te promete en su Palabra encargarse de las
tuyas (Mt.6,33).
Lupita Venegas/Psicóloga
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