Querida Lupita:
Estoy muy angustiada. Tengo esposo, tres hijos y once años de casada.
Hace unos días fue mi cumpleaños y quise festejarlo fuera de mi casa con mis
amigas. Salimos a un lugar, y todo el tiempo estuve recibiendo mensajes de mi
marido, diciéndome que le enojaba que yo estuviera ahí. Lo ignoré, porque estoy
harta de que quiere tenerme metida en casa todo el tiempo.
Regresé a las cinco de la mañana y no me abrió la puerta. A esa hora
estaba en la calle, sin saber a dónde ir. Caminé lejos hasta la casa de una amiga,
y a las siete ya le estaba hablando para ver si me dejaba entrar y atender a
mis hijos. Me dijo que sí, pero cuando llegué encontré que todas mis cosas
estaban en la calle. Las había empacado para que me fuera. Yo corrí a levantar
un acta de divorcio, pero ayer vino a verme y me pidió perdón. Dijo que había
hecho aquello porque estaba furioso, y que actuó así en un momento de coraje,
pero que tanto mis niños como él me necesitaban. Pienso que eso es maltrato de
género; que él me hostiga y me tiene presa. Regresar sería hacerme
co-dependiente o algo así. ¿Qué me diría Dios? En estos momentos no puedo
entenderlo.
Nora L.
Querida Nora:
Me encanta la pregunta que planteas, porque me habla
de tu necesidad de hacer lo correcto. Ambos actuaron precipitadamente, y así
tomaron una decisión equivocada; mas, por suerte, ahora están considerando todo
para tomar una acertada decisión final.
El motivador Donald Walsch dice que todos los eventos,
sucesos y situaciones se convierten en oportunidades. Ésta es una gran
oportunidad para que ustedes puedan fortalecer el amor y unir aún más su
matrimonio.
Ambos actuaron por coraje y deseo de revancha. Esto es
una reacción primitiva ante el peligro. Tuvieron una respuesta instintiva y
emocional. Él desea una esposa hogareña, y en su concepto no tiene previsto que
ésta quiera festejar un cumpleaños con sus amigas. Tú quieres tu propio
espacio, y al no saber pedirlo de manera adecuada, lo obtuviste “a la
malagueña”.
Los matrimonios debemos hablar serenamente acerca de
lo que esperamos el uno del otro. Plantear sin ofender las propias necesidades
y confirmar que ambos queremos lo mejor para nuestra relación y para la familia
que hemos formado.
Los dos tienen buenas intenciones, aunque quieren
imponer sus ideas, en lugar de dialogar sobre ellas.
Efectivamente, él fue violento contigo al dejarte en
la calle, y eso no debe suceder jamás. No obstante, tampoco fue correcto que
festejaras hasta las cinco de la mañana con tus amigas, máxime sabiendo que a
tu esposo le importa mucho tu conducta hogareña.
Ahora, por reacciones precipitadas, están a punto de
deshacer la hermosa familia que pueden formar si ambos son humildes y aceptan
ayuda, especialmente de Dios.
Tomen la más sabia decisión. La que los edificará a
ambos, la que dará mayor alegría a sus hijos, la que hará prevalecer el amor y
la unidad familiar, que es deseo explícito de Dios.
Para tomar las mejores decisiones, incluso en una
empresa y en cualquier otro ámbito de la vida, te propongo cuatro pasos:
1. Buscar a Dios en primer lugar. Tú
has empezado perfectamente al cuestionar qué es lo que Dios te pide.
2. Infórmate, infórmate, infórmate.
Busca datos, pregunta a expertos. En la multitud de consejeros está la
sabiduría. Documéntate, escucha Conferencias, toma Cursos, acude a Retiros
Espirituales.
3. Evaluar: ¿qué podría pasar si me voy
por este camino?
4. Decidir. Elige entre todas las
opciones la mejor. Generalmente será la que exige más de ti: más humildad, más
renuncia, más serenidad, más preparación, más cercanía a Dios.
Tengamos la certeza de que las tormentas de la vida
están ahí para fortalecernos como seres humanos y, sobre todo, para hacernos
crecer en santidad.
Lupita Venegas Leiva/Psicóloga www.valoraradio.org
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