Lupita:
¿Cómo seguir adelante con mis valores, cuando veo a mi alrededor a mis
amigas hablando del sexo de una forma tan vulgar? Una de ellas nos contó que,
al haber probado otras relaciones antes de su matrimonio, está sintiéndose
insatisfecha con su esposo. Le ha dicho que él “no sabe hacerlo”, y el colmo es
que le ha sugerido que aprenda con otras para que la haga sentir más placer en
la cama. Ella es recién casada. Me siento impotente cuando veo que no se valora
la fidelidad y que se malentiende la relación de los esposos en esta área. A
veces creo que lo que he aprendido en la Iglesia está fuera de este mundo y que
soy la única retrasada que sigue creyendo que el amor es de uno para una, y
para siempre.
Sofía
Querida Sofi:
Los Medios de Comunicación han contribuido a
distorsionar la esencia de la sexualidad humana. Una de las graves deficiencias
que hemos tenido los padres de familia en los últimos años, es que no
defendemos nuestras convicciones con el testimonio y con palabras convincentes.
Creer en la fidelidad es algo básico para establecer sanas relaciones
interpersonales, especialmente entre novios y cónyuges. El ser humano es mucho
más que un animal; es absurdo pretender que sólo somos un puñado de instintos,
sentimientos e impulsos.
Lo que nos distingue como personas son esas facultades
superiores que sólo poseemos nosotros, creaturas hechas a imagen y semejanza de
Dios. Somos seres capaces de pensar y reflexionar; capaces de ver consecuencias
de forma anticipada y responder por ellas; capaces de entregarnos a otro ser
humano por un sincero deseo de verle feliz. ¡Podemos amar!
Pero, si no nos “humanizamos”, si los padres no se
aplican en educar para el amor a sus hijos, éstos crecen como eternos egoístas,
que pretenden encontrarse con quien o quienes les procuren placer, incluso si
hacen planes de matrimonio.
No quiero juzgar a tu amiga ni a tantos otros jóvenes
que están convencidos de que el sexo sólo es para pasarla bien. Somos los
adultos los primeros responsables de participar de la promoción del
individualismo puro y de no presentar con firmeza y alegría la verdad sobre la
sexualidad humana.
El sexo no está al servicio del placer, sino del amor,
y es maravilloso descubrir que cuando se ama con el cuerpo, entonces sí que se
conoce la profundidad de ese fin tan anhelado. Esto es: el placer no es el fin,
sino el resultado de un acto de amor, vivido con intensidad.
Haz la prueba. Si en ese encuentro íntimo te decides a
entregar todo tu corazón y expresas sin ambages: “Te amo, soy tuya, me entrego
a ti como un don, como regalo”, y el varón, por su parte, hace lo mismo: “Te
entrego mi cuerpo como signo de que te entrego mi alma; soy tuyo hoy y siempre;
quiero hacerte sentir completa, amada, protegida…” comprenderás que no hay mejor
afrodisíaco que el amor. En palabras de Víctor Frankl, padre de la logoterapia,
“entre más se busca el placer por el placer mismo, más se fracasa en
encontrarlo”.
Tu amiga está cavando la tumba de su matrimonio, pues
nada demerita más el amor de un esposo que escuchar a su propia mujer
humillándolo en lo más sagrado de su relación: el amor marital.
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