Querida
Lupita:
Mi esposo y yo nos sentimos impotentes ante lo
sucedido en nuestra última reunión familiar, cuando a nuestra celebración llegó el novio de nuestra hija (de 18 años) a eso de las dos de la mañana. Todo estaba bien, pues pensábamos que sólo venía a darnos un saludo; sin embargo, después de una hora, nuestra hija se acercó a nosotros para avisar que se iba con él a casa de su familia. Le dijimos que no podía ir a esas horas a una reunión ni a ninguna otra parte. Ante tal negativa, se armó un zafarrancho impresionante; ella se enojó y terminamos la reunión navideña de una manera muy triste. Debido a la situación, nos sentimos fracasados como educadores e impotentes frente a estos
actos de rebeldía.
Connie y Miguel
Mis
amigos Connie y Miguel:
Debo mencionar que me alegra mucho el recibir esta carta de parte de
los dos, y además, usando todo el tiempo esta palabra que debe
estar tan presente en todos los matrimonios: “nosotros”.
Los padres cometemos errores, pero eso no nos hace seres fracasados, y
mucho menos si buscamos juntos la solución. Los problemas que se nos presentan en la educación de los hijos son verdaderas oportunidades de aprender y crecer como
seres humanos.
Las situaciones inesperadas salen de nuestro control cuando no estamos
preparados para manejarlas.
Observemos qué fue lo que pasó, investiguemos las causas, y procuremos hacer los cambios necesarios.
Cuando una jovencita hace una “escena” para
conseguir lo que quiere, entre las causasposibles, descubriremos a unos padres
consentidores y poco exigentes durante la infancia de ella. ¿Ustedes pueden identificarse con esto?
Por otra parte, el tema del noviazgo debe ponerse sobre la mesa.
Sergio Marquet, experimentado consultor familiar, publicó un libro lleno de sabios consejos para novios: Yo
quiero un amor para toda la vida. En él, nos comparte algunas claves que ayudan a las parejas jóvenes a no equivocarse. Entre otras cosas, afirma:
“Cuando nos casamos, el primer lugar lo tendrá nuestro matrimonio, pero hasta entonces, la
prioridad son los padres. Un error habitual es poner el noviazgo por encima de
esa relación; o, una vez casados, poner, por encima de la
relación conyugal, la relación con los padres. Invertir prioridades ocasionará problemas porque se altera el orden establecido
naturalmente”.
Hablemos con nuestros hijos acerca de la importancia del noviazgo.
Pongamos límites claros en cuanto a horarios y sanas
costumbres. Hagámosles saber que confiamos en ellos y que les
amamos; por eso deseamos que tengan éxito en
su relación ahora, y posteriormente en su matrimonio, y
para ello les proponemos vivir ciertos principios que les permitirán caminar con mayor certeza hacia una vida emocionalmente sana.
No se trata de prohibir o de imponer con gritos, sino de dialogar
serenamente. Al mismo tiempo que les damos más libertades y permisos, debemos aumentar sus responsabilidades en
casa, haciéndoles sentir que el mundo de los adultos tiene
que ver con derechos y obligaciones en la misma proporción. Invitemos al novio o novia a algunas de nuestras actividades
familiares, lo cual nos permitirá conocerlos más y ver las bondades que nuestro hijo(a) previamente descubrió en él
(ella).
Y no olvidemos orar juntos. Pidamos especialmente “por el futuro esposo de mi hija o futura esposa de mi hijo”. La oración de
unos padres que aman, es garantía de éxito para los hijos.
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