Lupita:
Te escribo porque me encuentro triste,
desilusionada y sin motivación
alguna. Me siento perdida completamente y no encuentro la razón de mi existir. Soy una mujer casada y con tres hijas.
Las razones que me hacen sentir así son:
Las razones que me hacen sentir así son:
(1) No me siento aceptada por mi esposo.
(2) No me siento valorada ni respetada.
(3) No me siento realizada.
Y la última, pero la más importante: Siento que yo no me amo a mí misma. No sé cómo hacer esto.
Mi esposo me dice cosas como:”¿Qué te pasa? ¿No estás bien de la cabeza?” Se puede decir que un 80% de las veces, todo lo que hago lo ve mal.
Mi esposo trabaja desde las 8 de la mañana hasta las 8.30 de la noche. Cuando llega, no quiere escuchar mis quejas porque está cansado. Pero él sí me habla por teléfono para quejarse de cosas que no le parecen, y cuando empiezo a quejarme, simplemente me dice que está ocupado, y me deja frustrada.
Ana Paula
Hermana
mía:
Tu esposo quiere que cambies y te lo está proponiendo de la peor manera posible: humillándote. Y tú quieres que él cambie, pero tampoco estás usando
el modo correcto: Quejas, sentimientos y resentimientos.
A los hombres les repito que la única forma de conseguir que una mujer se supere es amándola. El amor se manifiesta en detalles y en frases respetuosas y, aún más, mediante frases cariñosas.
Pero voy a dedicar este artículo a
ti. Él no sabe cómo tratarte; tú aprende a hacerlo con él.
Eres una mujer afortunada al tener una familia. Tienes tres hijas para
hacer de ellas mujeres exitosas, y contarás con el impulso de tu esposo si decides superarte.
Preguntas cómo
amarte a ti misma, y la respuesta es: “Conócete y supérate”.
No eres lo que diga tu esposo. No eres tus malos momentos ni tus
errores; tú eres
creatura de Dios y Él te
diseñó para
el Cielo. Nuestro valor viene de nuestra realidad: somos hijos amados de Dios.
Como todo ser humano, tienes cualidades y defectos. Haz una lista de
tus cualidades y procura mantenerlas y darles brillo. Reconoce dos de tus
defectos y decídete a trabajar por superarte. La vida es camino
de superación constante. Si te hace falta prepararte más como esposa, mamá y mujer, busca oportunidades de crecer. Hay
cursos, libros, audios, materiales de autoayuda que, si van de la mano de Dios,
son muy útiles.
Cuentan que cuando Pedro el Grande (el Zar ruso que llevó a esa nación a un progreso inigualable) entró a Moscú después de
haber viajado por Europa, al encontrarse con los nobles “bujaris” que
salían a saludarlo, sacó de pronto un par de tijeras y les cortó sus largas barbas, símbolo de su atraso. Hizo un primer cambio visible, y los demás vinieron después como
en cascada.
Haz un primer cambio en ti. Arréglate, proponte no quejarte nunca. Cada vez que tu esposo te “ningunee”, piensa: “Quiero y puedo ser una mujer plena, madura, centrada. Mi esposo no
sabe cómo motivarme, pero su mal modo no va a
destrozarme”.
En tu carta señalas: Yo
siento, no me siento, etc. El mundo moderno nos está llevando sigilosamente a un individualismo
atroz. Más que rumiar nuestros propios sentimientos,
dediquémonos a actuar por el bien de los que amamos. ¿Qué clase
de mamá necesitan
tus hijas?, ¿qué esposa necesita tu marido? Es paradójico y es verdad. No se trata de amarme primero a mí, sino de amar a los demás,
porque es la única forma de amarme de verdad a mí misma. Pasa ya del sentimiento a la reflexión. Del “yo”, al “tú”.
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