Querida Lupita:
Me siento triste y
confundida con mi hija porque se ha hecho novia de un chico que es cristiano.
Nosotros somos una familia católica y hemos inculcado esta fe a todos nuestros
hijos, pero ahora estamos preocupados porque ella empieza a faltarnos al
respeto, va a sus reuniones y tenemos miedo de que se convierta a esa secta.
Ellos tienen algunas costumbres diferentes, como que las mujeres usen la falda
larga y no beban alcohol, y aunque no son malos hábitos, ella dejaría la
Eucaristía, la Confesión y la devoción a la Virgen María. Y, si llegara a
casarse, pienso en mis nietos y las consecuencias en nuestra relación. Su
noviazgo, pues, nos está afectando y no sabemos cómo actuar. ¿Puedes darnos una
orientación?
Leticia
Querida Leticia:
Es de todos conocida la frase: “Católico
ignorante, futuro protestante”. Por lo tanto, es necesario prepararnos en el
conocimiento de nuestra fe.
Ante todo, te pido que tengas paz en tu corazón.
Un joven cristiano, efectivamente, no es malo. Debemos reconocer humildemente
que muchos de nuestros hermanos separados procuran sinceramente imitar a
Cristo. Ellos pertenecen a alguna secta, ya sea porque se han decepcionado del
anti-testimonio que a veces damos los católicos, o porque nacieron en ella y
aprendieron de forma distorsionada a despreciar a la Iglesia que Cristo mismo
fundó.
En el origen de todos los casos hay verdadera
ignorancia. Pero ésta se vence siempre con el conocimiento. Hoy por hoy,
tenemos a nuestro alcance medios católicos: radio, televisión, prensa, internet.
Además, podemos surtirnos en librerías católicas de libros formativos o tomar
Cursos en nuestros centros bíblicos, en nuestras parroquias, en la Escuela de
la Fe y en tantas otras fuentes de aprendizaje.
La Iglesia acepta la unión matrimonial, aun con
disparidad de cultos (Código de derecho canónico,
1124), en cuyo caso se pide a los cónyuges que la educación de los hijos se
haga dentro de la fe católica y que ambos estén de acuerdo en bautizarlos e
introducirlos a la vida sacramental.
En numerosas ocasiones, con la creatividad, la
prudencia y el amor necesarios, el cónyuge cristiano se convierte al
catolicismo por ese testimonio congruente que le da su consorte.
Recuerdo la vida de la mística Elizabeth Leseur,
una francesa casada con un afamado médico ateo y anticlerical, famoso por su
persecución a la Iglesia. Ella tenía una fe viva, que fue perdiendo poco a poco
por la influencia del hombre al que amaba. Tiempo después, se encontró
nuevamente con Cristo, y a base de preparación, oración y sacrificio, logró lo
imposible: la conversión del esposo, al punto de que él se hizo sacerdote dominico
después de la muerte de su joven mujer. Conviene leer la biografía de estos
ejemplares esposos: Elizabeth y Félix Leseur.
A nosotros, como católicos, nos corresponde dar
testimonio de amor auténtico. Orar incansablemente por los hijos, acercarlos a
fuentes de conocimiento seguras, y disponernos a responder a sus dudas.
Miremos estos momentos de dificultad y angustia
como una llamada del mismo Señor para prepararnos seriamente y dar razones de
nuestra Esperanza.
Lupita Venegas
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