miércoles, 26 de agosto de 2015

LOS TRES PODERES DE LOS ABUELOS

Licenciada Lupita:

Tenemos un problema con mi mamá: se pasa casi todos los días en los casinos. Al principio creímos que era un entretenimiento; pero, al paso del tiempo ha gastado mucho dinero en eso, ha dejado de ir a Misa, y toda su actividad gira en torno a los casinos. Hay dos amigas con las que se junta para eso, y tienen todas más de 70 años. El problema es que está viviendo una especie de depresión; no se anima a ninguna otra cosa. ¿Debemos preocuparnos o la dejamos?
María Mercedes



Querida Meche:

Hace poco me tocó escuchar una homilía del Padre Juan Rivas Pozas, quien reflexionaba acerca de las razones por las que hemos perdido la fe en nuestro México Guadalupano, y señaló con precisión, entre otras causas, el hecho de que las abuelitas, quienes antes acudían a Misa diaria, hoy están en los casinos.

 Qué dolor produce el darnos cuenta de que la fe ha sido arrancada de los corazones, a tal grado, que las abuelas y los abuelos olvidaron las respuestas básicas del Catecismo, en las cuales se encuentra el sentido de la vida: amar a Dios y a nuestros hermanos, y con ello ganar el Cielo.

La depresión crece en la medida en que vivir carece de sentido. Los escapes al vacío existencial que se experimentan en nuestros tiempos abarcan una gama de vicios, los cuales pretenden ahogar esa sensación del sinsentido: alcohol, drogas, sexo banalizado, consumismo, adicciones virtuales y ludopatía, entre otros.

 No hay nada de malo en procurarnos un poco de diversión; pero si los juegos de azar afectan la vida y las relaciones con los demás, hay un desorden. La ludopatía es un trastorno de la personalidad que se caracteriza por la falta de control de impulsos: la persona tiene un deseo irreprimible de frecuentar juegos de casino a pesar de ser consciente de sus consecuencias y del deseo de detenerse, sin sentir la capacidad de conseguirlo.

¿Por qué están experimentando esto nuestros abuelos? ¿Será que ya no los consideramos en nuestros planes? ¿Se sienten amados y tomados en cuenta por sus hijos y nietos? ¿Borraron de su mente el hermoso don que pueden darnos al transmitirnos la fe? ¿Se olvidaron del valor de la oración y de la Eucaristía? El mundo global privilegia a los que producen y desdeña a los que bendicen, a los que consagran y saben tocar corazones.

Éstos son los tres poderes de los abuelos, que les reto a retomar:
* El poder de bendecir a los suyos. ¡Cuánto vale la bendición de un abuelo!; sus oraciones y buenos deseos se traducen en auténtica protección para hijos y nietos.
* El poder de consagrar a los suyos. Con cuánta compasión y ternura escuchará nuestro Padre la petición amorosa de un abuelo que quiere consagrar de una vez y para siempre a sus hijos y nietos al Sagrado Corazón de Jesús, a la Virgen de Guadalupe…
* El poder de tocar el corazón de los suyos. Cuando el abuelo habla al corazón de un nieto, su voz resuena poderosa porque el nieto se sabe amado por él, y aun cuando parezca no escuchar en aquel instante, con el paso de los años recordará su sabiduría y le bendecirá agradecido.

Abuelitas: las necesitamos para cultivar nuestra fe. No se alejen como lo hemos hecho las generaciones más jóvenes; todo lo contrario, transmítanosla sin miedo.

Hijos y nietos: honremos a nuestros abuelos de tal modo que no necesiten huir a los casinos por falta de nuestra atención y cariño.


Lupita Venegas/Psicóloga 
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miércoles, 19 de agosto de 2015

MARIDOS, ¡AMEN A SUS ESPOSAS!

Lupita:

Dicen que si tu marido te es infiel tú tienes que trabajar más. Yo actué así, pero se volvió un círculo vicioso. Él es infiel, miente, yo perdono y él vuelve a ser infiel y a mentir. ¿De qué se trata? Mi espíritu está agotado. ¿De esto se trata el matrimonio?, ¿de que ellos se la pasen a todo dar y uno se aguante todo? Perdón, pero estoy confundida, agobiada y deprimida. Mi niña ha crecido viendo pleitos y gritos toda la vida; y le tiene miedo a su papá por violento. Por favor, ayúdame
María



Querida María:

Es definitivo que el matrimonio no se trata de que uno “la pase bien” y otro sufra sus desmanes. Una relación que se caracteriza por pleitos y gritos no es sana ni admisible, desde ningún punto de vista.

Sobre el trato del esposo hacia su esposa, Dios nos pide en su Palabra: “Maridos, amad a vuestras mujeres como Cristo amó a la Iglesia y se entregó por ella, para santificarla” (Ef.5, 25-26).

Tampoco es un ambiente propicio para la madurez de los hijos, aquél en el que la violencia tiene papel estelar. Las condiciones en que vives tu vida familiar deben cambiar. El Catecismo de la Iglesia Católica, en el Punto 1666, nos enseña: “El hogar cristiano es el lugar en que los hijos reciben el primer anuncio de la fe. Por eso la casa familiar es llamada justamente iglesia doméstica, comunidad de gracia y de oración, escuela de virtudes humanas y de caridad cristiana”.

¿Qué hacer? Primero que nada, debes aceptar que en un matrimonio donde las cosas no se dan, es por causa de dos. No es uno el culpable y el otro sólo víctima. Siempre será más fácil quejarse que actuar asertivamente. Entonces:
*   Analiza serenamente qué partes del conflicto has alimentado tú, y decídete a madurar como mujer. Tal vez te has prestado a un juego de adolescentes, en el que respondes a una agresión con otra, formando una espiral ascendente. Todo esto ha provocado estragos en tu propia psicología y en la de toda la estructura familiar.
*      Define lo que implica un matrimonio y disponte a exigir, de buen modo, lo que a cada uno corresponde (tanto a él como a ti).
* Con ayuda de un experto que pueda ser intermediario en su comunicación, establezcan un plan de rescate. Esto implicará que los dos hagan un esfuerzo por cambiar. Se trata de generar virtudes en ambos, cambiar hábitos negativos y sustituirlos por otros de corte positivo.
*      Considera que no hay éxito sin esfuerzo.

Plantea a tu esposo esta ruta de acciones. Si él, definitivamente, no acepta actuar, debes establecer límites claros, e incluso optar por la separación si se hace necesaria. El Catecismo de la Iglesia Católica nos recomienda, en el Punto 1649:

Existen situaciones en que la convivencia matrimonial se hace imposible… en tales casos, la Iglesia admite la separación física de los esposos y el fin de la cohabitación. Los esposos no dejan de ser marido y mujer delante de Dios. La comunidad cristiana está llamada a ayudar a estas personas a vivir cristianamente su situación en la fidelidad al vínculo de su matrimonio, que permanece indisoluble.

Amigo lector, no permitas que tu matrimonio se destruya por tus actitudes machistas. Al presentarte ante Dios, darás cuentas sobre el mandato del amor, especialmente el amor a esa mujer que ha compartido su vida contigo, y a quien más debes proteger, cuidar y bendecir.


Lupita Venegas/Psicóloga 
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miércoles, 12 de agosto de 2015

PARA SANAR ENVIDIAS: ¡VALÓRATE!

Querida Lupita:

Ojalá pudieras darme algunas ideas útiles para ayudar a mis hijos a dejar  de pelear. Tienen 6 y 4 años, y me dicen que es normal entre hermanos, pero yo creo que debo intervenir con más sabiduría, porque por ahora todo lo que hago es callarlos y separarlos cuando ya estoy harta. Veo que uno de ellos destaca mucho y al otro le da envidia. No sé cómo manejarlo.
Guadalupe R.




Querida tocaya:

Una de las formas más efectivas que existen para ayudar a nuestros hijos a modelar virtudes, es el contarles cuentos. A través de los cuentos, ellos son capaces de ver desde afuera una situación de vida por la que atraviesan, y asimilar lo que les atañe. Es conveniente que en el cuento los personajes sean ficticios (animalitos, gigantes, enanitos,  incluso árboles o cualquier otro objeto), pero las características de éstos que sean reales y correspondan (de manera un poco exagerada) a las actitudes que  has visto en tus hijos y quieres modificar.

 Puedes tomar en cuenta pasajes bíblicos también. Si consigues una Biblia para niños, en ella encontrarás muchas historias útiles, que son narradas especialmente para su edad. Toma, por ejemplo, la historia de Caín y Abel.  Una versión infantil dice: “Abel era pastor de ovejas, y Caín, labrador. Pasado un tiempo, Caín presentó una ofrenda al Señor. Abel, también. El Señor se fijó más en la ofrenda de Abel. Caín se irritó sobremanera y andaba cabizbajo. El Señor le dijo a Caín: “¿Por qué estás resentido y con la cabeza baja?; si obras bien, andarás con la cabeza levantada; pero, si obras mal, el pecado acecha a la puerta de tu casa para someterte. Sin embargo, tú puedes dominarlo”.  Caín dijo a su hermano: “Vamos al campo”. Cuando estaban ahí, lo mató. El Señor le dijo a Caín: “¿Dónde está Abel tu hermano?”. Contestó: “No sé; ¿acaso soy yo su guardián?” (Gén.4, 1-9).

 Tras la lectura, haces inmediatamente una interpretación dirigida a ellos: “Esta historia es triste porque aquí vemos a dos hermanos. Uno de ellos se deja llevar de un mal sentimiento hasta destruir al otro. Uno de ellos no supo buscar la forma de agradar a Dios con sus propios talentos, sino que se enojó mucho porque el otro tuvo más reconocimiento. El Señor le hace ver que el que obra el bien se sentirá bien. Pero cuando estamos muy enojados, se oscurece nuestra mente y no pensamos con la luz de Dios”

Caín sintió algo que muchos de nosotros experimentamos: envidia (molestarse porque otro muestra superioridad). Éste es un sentimiento muy normal, pero muy destructivo. Cuando lo  descubramos en nuestro corazón, conviene aceptarlo, darle su nombre y, enseguida, soltarlo. No permitamos a un mal sentimiento que dirija nuestros pasos. Más bien, una vez que aceptamos lo que estamos sintiendo, reflexionemos: ¿Cómo puedo yo ser una mejor persona?”

Todos somos agradables a Dios, puesto que Él nos hizo, pero todos somos distintos, y eso es bueno porque así nos enriquecemos mutuamente. Unos tienen talentos que son muy notables, pero otros tenemos talentos diferentes que no se ven mucho, aunque  nos hacen personas muy confiables, especiales y profundas. Podemos notarlo, por ejemplo, al ver cómo se realiza una película. En ella hay productores, escenógrafos, sonorizadores, guionistas, encargados de logística, iluminadores, post-productores, un sinfín de piezas clave para que nosotros gocemos el resultado final. Los protagonistas se hacen muy conocidos, pero ellos no fueron la pieza clave en el éxito de la película, sino todos en conjunto, cada uno aportando sus talentos personales en la mejor área de aplicación.

Es recomendable decir a nuestros hijos que nosotros también hemos experimentado esa envidia y, si es posible, compartir alguna anécdota. Subrayar el hecho de que todos estamos hechos para vencernos a nosotros mismos, y que, haciéndolo, nos convertimos en la mejor versión de nosotros mismos. He aquí un gran principio de vida: Nunca compararse con los demás, sino sólo consigo mismos.

Los padres de familia debemos estar atentos a reconocer y a valorar las muy diferentes cualidades de cada uno de nuestros hijos. Por eso es importante subrayar siempre la necesidad de convivir. Fabrica el tiempo si hace falta, pero recuerda siempre “hacer familia”.

Lupita Venegas/Psicóloga 
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miércoles, 5 de agosto de 2015

¿POR QUÉ NO PUEDO REHACER MI VIDA?

Lupita:

Mi pregunta concreta es: ¿Por qué no puedo volver a tener un compañero sin alejarme de los Sacramentos? ¿Por qué no volver a enamorarme? Eso es lo único que siempre le he pedido a Dios: un hombre bueno con quién compartir mi vida; por no escoger bien me quede sola. Sé que Dios está conmigo, y lucho por aceptar su plan de salvación para mí; pero esto no me deja sentirme escuchada ni amada por Él. Yo sólo quería una familia con papá y mamá juntos en casa, y un compañero con el cual caminar.
Genoveva


Querida Genoveva:
¿Qué elegirías: unos años a gusto aquí en la Tierra o una eternidad de plena felicidad en el Cielo? Tu sueño lo compartimos muchísimas mujeres: encontrar a un hombre para amarlo y fundar una familia unida a su lado. Esto, que parece una verdadera utopía en el mundo post-moderno, es el Plan de Dios para la Humanidad. Nos hizo para los demás, para vivir esta vida como peregrinos que caminan juntos al Cielo en el amor, el servicio y la unidad.

Pero, habiendo olvidado a Dios, el hombre se entrega a sus pasiones buscando placeres, sin pensar a futuro. Es imperante que reflexionemos acerca del sentido de nuestras vidas y empezar a actuar en consecuencia.

Tu vida es un ejemplo claro de este vacío existencial que experimentamos: vienes de un hogar disfuncional; tu padre nunca les enseñó, ni a ti ni a tus hermanas, el valor extraordinario de ustedes como mujeres. Después, inicias una relación con un hombre casado (sin importar Dios y sus principios, sino sólo importa lo que “yo quiero”). Por fortuna, recapacitas y eliges servir al Señor y no a tu gusto. Lo dejas. Enseguida te enamoras de un hombre menor que tú por tres años y te embarazas (otra vez sin importar la Voluntad de Dios, que pide castidad; interesa lo que “yo quiero”). Por gracia, buscas a tu Padre del Cielo y decides casarte por la Iglesia. La relación dura siete años y él se va con otra mujer. Te deja sola con tres hijos (no interesa lo que Dios quiere sino sólo lo que “yo quiero”).

Nuevamente buscas a Dios. Estás levantándote y luchando por hacer lo que Él te pide. Das catecismo, eres ejemplar, te has acercado a los Sacramentos y a la Oración. Pero aparece otra vez la tentación: “Haz lo que quieres, no lo que Dios quiere”.

Aclaro, desde luego, que si tu matrimonio fue inválido, puedes obtener la anulación y buscar “re-hacer” tu vida, de cara a Dios. Pero esto únicamente se verifica en el Tribunal Eclesiástico. El experto te dirá si hubo validez del Sacramento. Habiendo nulidad, te abres a una nueva relación. Pero, sin ella, te abres a un camino de santidad.

Santa Genoveva, cuyo nombre significa “aquella que es blanca como la espuma del mar”, vivió en tiempos en que Atila aterrorizaba a los pueblos llevando a los hunos a invadirlos violentamente. Cuando todos quisieron huir, Genoveva les pidió que se quedaran y oraran, con la certeza de que nada les pasará. Ella salvó a París con su oración, pues Atila nunca llegó. Además, logró la conversión de Clodoveo I, y posteriormente la de toda Francia.

En nuestros tiempos, el heroísmo que Dios nos pide es de otro tipo. Fidelidad. Nos pide defender el matrimonio fiel, exclusivo e indisoluble. Tu testimonio se convertirá en motivación para otros: siempre hemos de elegir hacer lo que Dios quiere y no lo que nosotros queremos. Solo así nos garantizamos una vida plena y un camino llano al Cielo. Tal vez no formaste el hogar que soñabas porque nadie te enseñó a apreciar el Cielo. Enseña a tus hijos a valorar el matrimonio en Cristo.

¡Enséñales a amar!

Lupita Venegas/Psicóloga 
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