miércoles, 28 de mayo de 2014

"LAS MUJERES NECESITAN SENTIRSE AMADAS"




Querida Lupita:

Estoy cansado de luchar, de querer entender a mi esposa. Perdí el empleo, y confieso que me volví brusco. Ella me pidió que me fuera de la casa, mas yo creo que estoy haciendo un buen papel como padre, sólo que con ella no puedo ni hablar. Me siento en una nube, quisiera despertar y que no fuera cierto lo que está pasando. No sé en qué momento se hundió todo. Tengo una actitud de enojo y coraje.

¿Cómo amarla si en su orgullo no es capaz de buscarme ni siquiera para escucharme decir que lo siento? Hago oración; estoy apoyando en mi Parroquia, pero no puedo ver la acción de Dios en este problema. Todos me dicen que la deje ya y que hay muchas mujeres que pueden consolarme. Yo quiero escuchar algo diferente, y es por eso que le escribo. Muchas gracias por atenderme.
Francisco



Amigo Francisco:

Cuando me dices que no sabes en qué momento fue hundiéndose todo, me haces pensar en tantos matrimonios que pueden repetir esas mismas palabras.

Creo que descuidamos los pequeños detalles de cada día. Nos vamos enfrascando en la rutina y nos hacemos competitivos. Nos herimos primero poquito, y luego con ofensas difíciles de olvidar y perdonar.

Yo trabajo con matrimonios. Vienen a mí cuando el mundo entero les ha dicho que ya no hay nada qué hacer. Veo casos que parecen sin solución, pero es impactante comprobar cómo cambia todo, cuando en verdad Dios se involucra. No es sólo el orar o estar en apostolados. Más bien, es trabajar en nuestro interior para llegar a ser realmente humildes.

Cuando se presenta un problema que parece superarnos, ¡es tiempo de superarnos! Conócete, acépate y proponte mejorar. No gastes tus energías en recordar todas las ofensas recibidas y los errores de los que están alrededor tuyo.

La Palabra de Dios puede inspirarte de manera que vivas en clave de eternidad. Tu cambio real motivará a tu esposa. Reflexiona el siguiente pasaje:

Cristo camina sobre las aguas (Mt. 14, 22 – 31). Pedro le dice: “Si eres Tú, mándame ir a Ti”… “Ven”, responde el Señor. Entonces Pedro camina sobre el agua, pero luego ve las olas encrespadas y experimenta miedo… comienza a hundirse, e implora: “¡Sálvame!” Jesús enseguida lo salva, pero dulcemente le reclama: “Hombre de poca fe, ¿por qué has dudado?”.

Dios le permite a Pedro hacer algo sobrenatural: caminar sobre el agua. Pedro puede hacerlo mientras le mira, pero cuando Pedro deja de mirar a Cristo para ver sus grandes problemas, entonces tiene miedo y no puede seguir adelante con el mandato del Señor. Un mandato sobrenatural que puede obedecerse sólo “mirándolo”.

Un hombre que no vive en clave de eternidad no puede hacer la voluntad de Dios. La vida se trata del logro de una “transfiguración”, que es cambiar nuestra figura por la de Cristo; cada vez ser menos yo y más Cristo en mí.

Me dices que ella te desprecia. En el fondo de tu corazón quieres sentirte amado por ella. Estás lastimado, dolido. Necesitas su apoyo y no sus reclamos.

Pero para que una mujer funcione, requiere sentirse amada. Ella te dará lo que quieres, pero te corresponde dar el primer paso: Ámala primero; pídele a Dios su mirada, sus oídos, su boca.

Mírala, escúchala y háblale como lo haría Cristo.



 A tu mujer has de amarla, aun cuando parezca que menos lo merece, pues es justamente cuando más necesita de tu amor. Esto, sin duda, es un pedido sobrenatural, y por eso no podemos hacerlo sin la ayuda de Dios.



Lupita Venegas Leiva/Psicóloga www.valoraradio.org          
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miércoles, 21 de mayo de 2014

NO HAGO LO BUENO QUE QUIERO HACER, SINO LO MALO QUE NO QUIERO HACER

EDUCAR EN POSITIVO: NO HAGO LO BUENO QUE QUIERO HACER, SINO LO MALO QUE NO QUIERO HACER




Hola, Lupita

Soy una mujer relativamente joven. Me consideraba una buena persona, pero desde hace cinco meses estoy actuando muy mal…estoy teniendo una relación extra-matrimonial.

Los valores que me inculcaron mis padres, y de los que yo me llenaba la boca pregonándolos, se han ido todos a la basura.

De verdad, estoy desesperada; no sé cómo ponerle un alto a esto. Cuando voy a Misa (porque aunque me da pena decirlo, todavía tengo el descaro de ir), me avergüenzo ante Dios y le pido perdón, asegurándole que no vuelvo a hacerlo.

 Pero en el momento que recibo una llamada o un mensaje de este hombre, todo se me olvida, mi mente se debilita y caigo en la tentación. Lupita, sé que no tengo perdón de Dios; ni siquiera tengo el valor de confesarme.

 Muchas gracias por tu tiempo y porque sé que no me juzgarás.
Natalia.






Mí querida Natalia:

¿Qué pienso de ti?

Que eres una extraordinaria persona que lucha por hacer lo correcto. Desconoces mucho de Dios; me doy cuenta de ello cuando dices que “no tienes su perdón”; pero, afortunadamente, quieres estar cerca de Él.

En tu situación estás planteando el gran misterio del hombre. Todos vivimos esta doble tensión interior: queremos cumplir la Ley de Dios, pero no podemos. La buena voluntad del hombre no es suficiente para realizar el bien. El pecado es más fuerte que sus buenos deseos.

El pecado no es sólo un defecto de crecimiento, una debilidad psicológica o un error; es el rechazo y la oposición libre del hombre a Dios y a su Reino.

Ciertamente estás en una situación de pecado, pero la buena noticia es que el mismo Dios quiere rescatarte. Cuando el hombre cede a “la tentación”, lo que sucede es que cae en el engaño.

El amo de la mentira le presenta una realidad muy atractiva y le convence de que tiene todo bajo control, que disfrutará de lo que ofrece y que no habrá consecuencias.

Muchos pueden describir sus sentimientos de esta forma: “no era yo”, “no sé cómo fui capaz de esa estupidez”, “¿qué me pasó?” San Pablo lo expresaba así: “ahora bien, si hago lo que no quiero hacer, ya no soy yo quien lo hace, sino el pecado que está en mí” (Rom. 7,20). Como ellos, tú fuiste engañada. 

Lo importante ahora es saber que la buena voluntad y la confianza en las propias capacidades no bastan para ser fieles a Dios.

La debilidad de la condición humana se impone, y cuando el pecado se arraiga en el hombre, influye en su forma de pensar, sentir y actuar, y va ganando terreno hasta el grado de que la persona ya no es dueña de sí misma. Recordemos que, si bien el pecado es mayor que el hombre… el hombre en gracia es mayor que el pecado. Necesitamos la gracia de Dios para superar nuestra

No es suficiente hablar con Él; es menester acudir al Sacramento de la Reconciliación. Algunos dicen: “No iré, pues volveré a caer”, y hacen lo que menos conviene. El Sacramento tiene el poder de fortalecerte. Es un signo sagrado EFICAZ y tiene poder total para sanarte y liberarte.

¡Vamos!, Dios sale a tu encuentro para invitarte a una reconciliación verdadera. Él será tu fortaleza. Déjale tu miseria y él te limpiará. Entra con tus manchas al confesionario, y sal de ahí revestida de blanco, con la mirada en alto, completamente nueva. El día que lo hagas, ¡habrá fiesta en el Cielo!


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miércoles, 14 de mayo de 2014

"LA VERDADERA AUTOESTIMA"



¡Hola, Lupita!:
Últimamente me he sentido como que no he hecho lo que yo quiero; no he pensado en mí. Pongo mis gustos y necesidades al final. Me enfoco en los negocios, y éstos me consumen. Sólo vivo para trabajar y preocuparme por las ventas, los problemas, los empleados y las deudas. No puedo con la presión que siento. Todo esto lo hago por ayudar a mi familia, pero no sé si me falta autoestima, porque no hago lo que yo quiero, sino lo que ellos quieren. Al mismo tiempo, quiero ser buena católica, y eso me confunde.
 María Engracia.



Querida Mary:


What-Your-Mouth-Shuts-Symptoms-Of-IllnessMichel Esparza nos comparte la siguiente reflexión: “Es un hecho que todos tenemos un límite para aguantar el peso psicológico, y que cuando nos ponen un kilo de más, nos descompensamos. De acuerdo con los expertos en salud mental, las personas somos como un vehículo que necesita combustible. El arte de preservar la estabilidad psíquica consiste en aprender a gestionar óptimamente el combustible. Lo que más lo consume, es el estrés”.

Cuando nos sentimos “embotados, agobiados, rebasados”, estamos frente al barómetro que nos indica que debemos detenernos un momento. Es tiempo de descansar. Detente, pues, y reflexiona acerca de tu vida y su sentido. La visión cristiana nos exhorta a salir de nosotros mismos para realizarnos en plenitud. Entonces, ¿cómo entender el amor a sí mismos sin faltar a las exigencias de Cristo?

Autoestima no es egoísmo

Santo Tomás de Aquino hablaba sobre lo conveniente que resulta a la persona el que ame su propio bien, pues está hecha para amar todo bien, incluido el suyo. En esto consiste la verdadera autoestima, en procurar el bien personal. Cuando yo quiero a otro, procuro su bien, cuando me quiero a mí, procuro expresarlo así:

Porque me quiero, tendré una relación cercana con Dios que me ama. Porque me quiero, conoceré mi dignidad. Porque me quiero, buscaré mi propia superación, y así daré lo mejor de mí mismo al mundo. Porque me quiero, sentiré orgullo al cambiar mis vicios por virtudes. Porque me quiero, evitaré los egoísmos y trataré de ayudar a los demás.

Elijo hacer lo que me edifica y evito hacer lo que me destruye.

Aquí te propongo 5 acciones que generarán en ti una sana autoestima:
1) Pide un tiempo de descanso. Tómate unas vacaciones en cuanto te sea posible. Habla con tu familia y exprésale tu necesidad de des-estresarte, para empezar con nuevos bríos.

2) Acude a un Retiro Espiritual que te permita conocer a Dios Amor. Los Cursillos de Cristiandad son una magnífica opción.

3) Lee algún libro que alimente tu espíritu: en primer lugar, la Biblia y algún otro de contenido espiritual poderoso.

4) Desarrolla un plan de vida que incluya tu mejora personal en tres áreas básicas: (a) tu relación con Dios; (b) tu relación con tu familia y con quienes puedan necesitar de tu amor; (c) tu relación contigo misma.

5) En la organización de tu tiempo, deja espacio para tu descanso personal y sé muy respetuosa del mismo.

Somos buenos cristianos cuando nos encontramos en Dios y nos sabemos amados por Él tal como somos. Éste es el principio de la verdadera autoestima que nos permite morir a nosotros mismos, morir a nuestro orgullo. 

Así, estamos capacitados para entregarnos a los demás con auténtica libertad interior. ¡Qué bueno que ayudas a tu familia! Ayúdate a ti también.

Recuerda que nadie puede amarse a sí mismo, si no ama primero a los demás.


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